Un amigo me contó hace poco lo siguiente: “Ayer,
crucé a quien me había jurado amor eterno. Crucé es la palabra adecuada. Al
hacerlo me ignoró. Si, tal vez no me vio pero no puedo verlo de otro modo,
puesto que antes el no verme no era una razón ni excusa, podía intuirme”. Si,
el amor siempre es eterno mientras está. A pesar que sabemos a ciencia cierta
que somos mortales y que por ello las cosas, todo, dura lo que dura y no más. Es
decir, podemos saber y sentir que nuestro amor durará toda nuestra vida y con
ello nuestra eternidad misma, la que se instala entre dos instantes fugaces de
la eternidad. Pero no podemos, sentir que la certeza que decimos se mantendrá,
ni la que nos dicen tendrá alguna perennidad más allá de ese instante. Creemos
y necesitamos creer. Eso siempre nos da el solaz de saberlo. Además, le dije,
tantas veces, el amor es algo que nos envuelve mientras vivimos otras vidas. ¿Quién
sabe?
Es curioso que todos reconozcamos que el amor
es una dimensión tan esencial para nuestra vida, para nuestra humanidad sin
embargo aún es tan indefinible como siempre. Lo sentimos cuando lo sentimos y,
sin embargo, no siempre que lo sentimos lo sentimos. Sólo parece que el tiempo
nos posiciona con respecto a él y lo que sentimos.
Pensemos un momento cuantas cosas hemos
hechos en nombre del amor. Al hacerlo veremos que todo eso que podríamos
guardar en un baúl imaginario tiene la variedad de nuestra vida, de nuestras
vivencias, de nuestros momentos. Tal vez la única constante sea que cuando lo
hicimos pusimos el máximo disponible de nosotros mismos. El máximo disponible
que podíamos ofrecer. Como
si fuera, aclaro es una metáfora solamente, una función que ofrecemos para un
público siempre selecto.
Mi amigo, lo único que me dijo fue la verdad
que siempre nos olvidamos: “sólo sé que yo continúo amando, aunque todo sea
diferente”. Tal vez porque se ama porque se ama y no por otra cosa. O sea que
sentimos lo que sentimos porque lo sensible está en nuestras percepciones. El
amor, así será. Algo que estamos lejos de comprender y al mismo tiempo
impedidos de no sentirlo como imprescindible. Tal vez por eso siempre lo esperamos, en un banco imaginario que nos ofrece la idea de la paciencia pero no de la inactividad.