Miro la foto y
siento el peso de las cadenas. De esas cadenas que aún encadenan a la
humanidad. Me rebela, como siempre. Desde lo humano que soy. Porque soy lo que
soy, como dice la canción. Me rebela porque la barbarie es humana y porque soy
humano. Me rebela porque la estupidez es humana y porque lo soy. Humano soy y
nada de lo humano me es ajeno, escribía el filósofo.
No soy
responsable, lo tengo claro. No soy culpable que un par de bárbaros tenga la
capacidad de destruir la expresión de otro y que para hacerlo no tenga el
cerebro ni siquiera para hacerlo con un poco de inteligencia. No, no soy
responsable y menos culpable. Como nadie lo es por ser “quien es”, en la medida
que eso no destruya al otro.
Pero no por ello
no deja de rebelar y de revelar a uno. Revelar a uno que aún estamos lejos de
llegar a donde avanzamos, una humanidad que sea más justa, más equitativo, más
inclusivo, más reconocedor de la diversidad. Capaz de extirpar el machismo como
algo que sirva para algo más que para poner freno al avance necesario de todos
y todas.
Rebelar, porque
es necesario hacerlo. No podemos dejar pasar lo contundente de ciertas cosas y
decir no, que no lo aceptamos. Que queremos avanzar y que eso sólo se conseguirá
erradicando el machismo, entre otras cosas. Si. Es necesario rebelarse. Lo
merecemos y lo venimos gritando, como humanidad desde siempre, a pesar de todo.