Leo un proverbio árabe que dice: el matrimonio feliz comparte la cama pero cada uno con su almohada. Los proverbios siempre tienen la riqueza de simplificar con estilo las verdades que necesitamos, o algunas de ellas. En esta simplicidad de redacción radica una cuestión tan elemental y tan olvidada: las parejas existen porque tienen mundos que comparten pero que siguen siendo mundos diferentes. Si, el proverbio es más claro. Lo cierto que una pareja, para poder ser feliz, dinámica, activa y productiva -en el sentido de generar paz, felicidad, placer y enriquecimiento mutuo- necesita que mi mundo exista, tanto como tu mundo como el nuestro. Nadie debería privarse de esos tres mundos. Así, sin dudas, es mejor.
Sin embargo, lo hacemos. A las parejas les cuesta mucho el permitirse esos tres mundos -no siempre, obviamente-, pero muchas veces. Es como que nos olvidamos que la magia con el otro existe porque la decidimos, la permitimos y la deseamos, no porque la imponemos.
Recortar el mundo del otro conlleva necesariamente, mutilar experiencias y reducir las opciones de hacer nuestro mundo más rico. Obviamente, cada cual decide que ramas podar para que crezcan otras. Pero la sutileza está allí. Cada cual decide por si mismo y no porque el otro lo impone. Allí es donde los mundos de cada se transforman en energías que nos movilizan y hacen que ese mundo compartido tenga más colores, más perfumes, más riquezas.
Y, ¿si lo probamos de este modo desde hoy?