En ciertos países el 14 de
febrero, imposición del marketing y los negocios, se celebra el día de los
enamorados. Días hechos con el fin de aumentar las ventas, estimular los
encuentros “especiales”, por lo general, de parejas heterosexuales. Es decir, las
publicidades apuntan sobre todo a este estereotipo, el que incluye,
generalmente, la idea de juventud radiante y feliz. Las notas periodísticas,
por su parte, seguramente incluirán la consistencia y duración del vínculo. Algo
así, como parejas que están juntas después de 70 años con la misma pasión, etc., etc.
Así, ese día se transforma en
una sutil forma de hacer especial un día y entrar en una suerte de fiesta
conjunta. Es simpático. No lo dudamos. Es una buena excusa en muchos casos y
eso es algo bonito. Pero, a veces, se puede transformar en una simple
obligación impuesta por “los de afuera”. Nada peor para los enamorados, sin
dudas.
A ver, volvamos. Estar
enamorados es una experiencia que todos y todas deberíamos pasar, sin dudas.
Más allá de los cambios bioquímicos relacionados esa sensación de sentirse “bobos”
frente a nuestro deseo tiene su encanto. El darnos cuenta que los gestos más
simples lo podemos transformar solo por la disposición hacia el otro y
convertirlos en recuerdos. Así nos entregamos a pequeñas locuras y a gestos
totalmente simples y espontáneos. Cuando uno se enamora intenta el juego y se
abona a la risa. Se permite el ridículo un poco, en ocasiones. Se da el lujo de
fijarse en detalles y ofrecerlos como regalos. Está sensibilizado al otro de un
modo que se resaltan colores, perfumes, músicas, gestos. Si, vaya que sí.
Enamorado es un estado que por
ser tan maravilloso es efímero, o debería serlo. Luego, el amor, es otro
asunto. Ese necesita la vida para sentirlo en su plenitud. Se hace en lo
cotidiano y se permite lo extraordinario. Existe, porque nos permitimos y nos
permitimos porque existe.
Enamorarse es lindo. Tiene algo
de jovial, independiente de la edad. Tiene algo de primaveral, independiente de
lo externo. Tiene algo de frívolamente delicado y, sin dudas, se asocia a las
circunstancias. Nos permite el ejercicio del placer y nos invita a la expresión.
El amar, por su parte, tiene la consistencia de nuestro ser. La decidida
sensación de nuestra artesanía. Se construye inagotablemente con lo que vamos
teniendo.
Si, feliz día de los enamorados,
para los que están en ese momento. Para los que aman, ya lo saben, no es un
día, es un poco más, la eternidad.