Arrepentirse tiene mala fama. En esta época que se debe
parecer seguro y completamente convencido de todo, arrepentirse parece como una
falta a nuestra coherencia. Pero, si lo pensamos correctamente, el
arrepentimiento prueba una de las cosas más sencillas, evidentes y contundentes
de lo humano. Aquello que fue sintetizado en un verso que es tan popular:
“Caminante no hay caminos, se hace camino al andar”. O sea, vamos por la vida
con lo que tenemos y en ese andar intentamos acertar el camino y, cuando lo
erramos procuramos la senda que sea mejor.
Lo hacemos cotidianamente y un buen día el camino parece más claro pero
la posibilidad del equivocarnos está siempre en cada paso. No por eso, vamos a
pensar ni a paralizarnos ni a poner todo como un riesgo que el universo
colapse. Es la vida, simplemente.
Esos arrepentimientos sólo son historias que nunca fueron
escritas. No modifican el rumbo de nadie. Aún escritas, quizás nadie, las
recuerde y, en último caso, al conocerlas podría abonar la imaginación de
algunos. No más que eso.
¿Hay formas de evitarlo? Después de hecho uno quiere volver
al pasado y hacerlo de otro modo. Pero, todos sabemos eso no es posible.
Algunas veces, pocas, hubo una segunda oportunidad y creo que las hice mejor o,
me di cuenta las razones por las que seguí eligiendo mi acción con una idea de
es lo mejor aunque duela. Pero, tantas veces no hay segunda oportunidad. Hay
cicatrices que siguen doliendo.
No debo arrepentirme por ser esa conjunción que somos entre
genética y aprendizaje. Ese conjunto caótico, tantas veces, de sueños, límites,
deseos, miedos, capacidades, sentimientos, carencias y tantas cosas que
conjugan nuestras acciones. Pero si podemos y debemos arrepentirnos de las
veces que nos equivocamos que, por ser humanos, siempre existen.
¿Cómo evitarlo? No creo que podamos. La vida implica un
camino a hacer. Quizás podamos minimizarlo siempre con una consigna sencilla:
intentar y ser consientes de poner el máximo de lo posible en cada momento,
sabiendo que hay días que ese máximo no será el total de nosotros sino el que
podemos. Al hacerlo, tal vez, nos permita ser un poco más indulgentes con
nosotros por esas cosas que hicimos –haremos-
y que, cada tanto, nos arrepentiremos.




