Lo que hoy me pasa es tener claro el grupo de personas con quien ya no me gusta conversar. Son aquellas con las que la fluidez –piedra angular del diálogo- siempre esta jaqueada. Esas conversaciones que ya están viciadas porque uno tiene que pensar demasiado si lo que va a decir es lo adecuado, lo correcto, lo válido, lo justo. Sino va a generar situaciones que compliquen el momento. Una conversación con tantas pautas, sin poder delirar, no es conversación, es sumario.
Tampoco me gusta conversar con personas que son incoherentes. Esas personas que defienden una idea en este momento, confirmada como ley divina por alguna experiencia, exclusivamente, personal y dentro de un momento –digamos mejor: "momentito"- ya están defendiendo la idea contraria con la misma pasión y deliberación, basándose en el mismo pétreo argumento: la vivencia indiscutible. A ver no me jode que la gente cambie de ideas. "Nadie puede privarse de ser menos estúpido el día siguiente". Lo que jode es que hagan apología de una coherencia maravillosa; que salte de una idea a otra y no lo reconozcan
Otro grupo de personas con el que no quiero conversar es aquel que está formado por los que nunca se permiten sorprenderse. Nunca jamás puedes contarle algo que no saben. Por más que no sepan nada. Siempre lo que tus palabras dicen será utilizado como su conocimiento ya definido. Nunca jamás puedes aportar una solución, una idea, algo que los haga sonreír por descubrir. ¿De qué sirve una conversación sino se puede descubrir cualquier cosa, aunque sea una tontera?
Tampoco me gusta conversar con esas personas que acaparan todo el diálogo para sentirse dueños de la verdad. No aquellos que tienen la maravillosa magia de poder mantener la conversación de forma divertida y que son capaces de sacar risas por doquier. Esas personas que nos hacen partícipes de la conversación con la simple sutileza de dejarnos reír de sus ocurrencias, poniendo las pausas para que uno respire, hable o ría. No, estoy hablando de aquellas que sólo desean ser el centro y no dejar que nadie ose quitarles las luces. Si bien para ello deba exagerar, aumentar y desfigurar sin ninguna gracia cualquier motivo.
Conversar, un arte. Loados quienes pueden hacerlo. Pero debo aclarar: mis cuantiosas limitaciones y “exigencias” sólo son para mí, lo sé. Lo deberías saber. Cada cual sabe con quien le gusta conversar.