Los titulares de algún drama sorprenden, impactan, golpean. Sin
embargo siempre son sobre cosas que pasaron y que ya no se puede hacer nada
para prevenir. Nos permite poner el grito en el cielo o debatir con intensidad
lo que puede ser evidente. Lo que sigue importando es si detrás del titular –la
punta del iceberg- vemos el resto y luego de preocuparnos nos ocupamos. Esta
semana fuimos sacudidos como sociedad por una relación sexual entre un adulto y
una adolescente que llegó a la luz porque se hizo pública por un problema
sanitario legal. Detrás de este hecho existe una realidad que aún no nombramos:
lo que hoy se conoce como la sexualización
precoz y la hipersexualización.
Realidades casi inevitables en nuestro mundo actual.
Frente a ello no es
momento ni de rasgarse las vestiduras ni de excluirse del problema (mi hija, mi
hijo no lo hace), es hora de tomar conciencia de la única pregunta importante:
¿estamos dando a las personas las herramientas para hacer una buena prevención
de esto? Mi convicción es que no lo hacemos, aun reconociendo esfuerzos,
dedicaciones, aciertos y disposición de padres, docentes, madres y
profesionales. Se hacen cosas, nadie duda de eso, pero ¿estamos potenciando lo
que se realiza, lo estamos sistematizando, lo estamos generando como una
verdadera vacuna de prevención? Diciéndolo corto y, pecando abiertamente de
reiterativo, ¿estamos haciendo una educación sexual integral que nos
garantizaría dar mejores herramientas para prevenir gran parte de estos
problemas? Aún más pertinente, ¿la estamos exigiendo como un derecho, una
necesidad, una urgencia?
El titular dejará de ser titular en días pero el tema ni se terminará
ni dejará de ser urgente. Nunca más verdadero algo de lo que nos llenamos la
boca: la base es la educación. Pues si lo pensamos, lo creemos, lo sentimos, es
hora de transformarlo en una realidad. La niñez de hoy, la adolescencia actual
necesita de nuestra mayor responsabilidad en lo que define el futuro de todos
que no es la elección de una profesión, sino el aprender sólidamente
habilidades sociales y comunicacionales, ofrecer herramientas concretas para gestionar
los conflictos interpersonales que incluyen el ser capaz de decir “no”,
aumentar la estima para protegernos en nuestras relaciones, potenciar la
certeza del consentimiento, entre otras cosas. Dicho sencillo, una educación sexual
integral como la ley que tenemos en vigencia lo ordena.
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