La palabra decencia es muy buena. Implica la decisión personal de ser
como uno es (honestidad), utilizar lo que le queda mejor y es más adecuado a lo
que considera (recato) y ser cauto con sus manifestaciones en pos de expresar
inteligencia (modestia). El problema, como la mayoría de las veces, es cuando
queremos imponer nuestra idea de decencia a los demás y pretendemos que haya una sola forma de medirla.
Allí, definitivamente caemos en la imbecilidad, de mínima, y en las tiranías como máximo. Todo con consecuencias nefastas para
algunos (sobre todo algunas) o para todos, sobre todo, todas.
Dado a trazar una línea que separe lo que la “in” incluiría me atrevo a trazarla del lado donde pasan los delitos contra las personas y contra la
población y nunca jamás en lo que incluya el baile, la piel, la vestimenta y los
comportamientos libres y consentidos. Es decir, creo que antes de preocuparnos sobre un
baile sensual, un vestido corto, una piel mostrada, un gesto “provocativo” o
cualquier movimiento o comportamiento púbico que pretenda cautivar a su
interlocutor o interlocutora, antes que un gesto de cariño de quien sea con alguien que lo acepte, hay un listado más grande de problemas reales y que, por lejos, son completamente indecentes. De esos nos deberíamos ocuparnos antes de "tontear" con las otras cosas.
Así, la violencia contra la mujer, los abusos sexuales, las violaciones,
los acosos, las mentiras de los poderosos, el avasallamiento de los derechos de
cualquiera, la falta de educación sexual, el machismos permitido, el lujo
innecesario de los políticos y la aceptación que es adecuada, el nombre de “honorable”
cámara de legisladores, la ironía de los incapaces que son jefes, la tragedia
de las negligencias, las filas de cualquier tipo donde los ancianos deben
suplicar sus propios derechos, la corrupción (causa número uno de la violación
de los DDHH en democracia), el sexismo hostil y el benevolente, el ultraje a la
diversidad, el menosprecio de lo que es diferente, el negar las posibilidades
de construir futuro, al hipotecar el presente por desidia política y, un largo etcétera.
Definitivamente no puedo aceptar que la indecencia tenga algo que ver
con la decisión personal y convencida de hacer algo, mientras no sea el uso de
la violencia o que niegue el consentimiento de nadie. O sea, nunca jamás tiene
puede tener que ver con la humana posibilidad de deleitarnos, compartir,
intimar o disfrutar. Jamás de los jamases puedo aceptar que el baile sea
indecente, aunque alguno pueda no gustarme. Jamás de los jamases debemos
aceptar que la indecencia sea algo que justifique de cualquier modo al
machismo, porque este es donde crece la violencia que más inhumano nos hace, la
que ejercemos contra el que es diferente por serlo.
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