Hace 70 años se publicó el primer volumen del Informe Kinsey: “Conducta
sexual en el varón”. Esto es un hito puesto que implica un esfuerzo académico
de hacer un mapa de la actividad sexual de ser humano signado por dos cuestiones:
la amplitud de la muestra y el interés por la exactitud de los datos. Este
informe surge como consecuencia de la creación de un instituto de investigaciones
sexuales para tal fin (actualmente se lo conoce como Instituto Kinsey). Es
decir, que la universidad, como promotora de conocimiento, consideró y
promocionó la importancia de estos estudios y, en segundo lugar, que hubo un
financiamiento que, valga de decirlo, se agotó en 1954 y que limito el informe
completo (este volumen se publicó como una versión preliminar).
Esto fue un hito porque la universidad, como una de sus funciones,
decidió estudiar algo esencial que tiene que ver con el comportamiento y las necesidades
humanas para producir datos que permitan servir para el bien común y la
protección, promoción y desarrollo de los derechos de la población. Como
sabemos, hoy la salud sexual es uno de los derechos humanos. Por lo tanto,
precisamos que también sea considerado como tal, nunca en desmedro de ninguno
de ellos.
Por ello, sugiero el siguiente trípode a tener en cuenta, sin
pretender que esto sea lo único: a] la educación sexual integral como necesidad
imperiosa para todos los educandos (según reza la ley 26150). No podemos ni
debemos seguir postergándola. Esto más allá de un deseo, es una prioridad
inexcusable puesto que ella funda, como toda educación, el futuro de la
sociedad; b] la salud sexual como una necesidad que no quede restringida al
poder adquisitivo: los consultorios de salud sexual deben ser uno de los espacios
sanitarios específicos que se cuenta en nuestro medio, para todos y para todas
las edades; c] la esfera social que incluye no solo una legislación que impida
la violencia, la discriminación, sino que también ofrezca las mejores opciones
para que nuestra sociedad crezca como grupo humano. Eso incluye que esa
legislación no quede en el papel sino se conozca, se la utilice y sea útil.
La ciencia que estudia la salud sexual tiene un bagaje marcado por
muchos hitos (entre ellos el informe Kinsey) que prueban que esta es
fundamental para el bienestar. Pedirla es poco, es hora de exigirla.
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