Ya es conocido –o debiera serlo- que en el mundo de las parejas
saludables deben existir un mínimo de tres espacios: el mío, el tuyo y el
nuestro. La existencia de esos tres espacios es, sin dudas, uno de los seguros
más importantes que tiene una pareja para mantenerse de manera satisfactoria,
constructiva y en movimiento positivo. Esto, lo señalemos, incluye una obviedad
previa: debe haber una capacidad de comunicar optimizada en ello. Esta
capacidad es sustento, definitivamente, de una pareja que es saludable. Aunque,
valga decirlo, existen muchas parejas estables que se mantienen a pesar de sus
severos problemas de comunicación, tanto los de siempre como aquellos que
surgen en algún momento para alguno de los miembros de la misma, sin embargo,
no se puede hablar en esos casos de una pareja saludable.
Pero volvamos, un momento, a esos tres espacios: el mío, el tuyo y el
nuestro. Obviamente esos espacios excluyen ciertas cosas: la violencia, los
celos, la inseguridad, la posesión en todas y cada una de sus facetas. Partiendo
de esto, sugerimos que cada uno de los tres espacios debe conservar tres
elementos esenciales:
a-
Deben existir en sí mismo. No es una ficción que
nos contamos o contamos para responder a un nuevo paradigma moderno de parejas.
Existe porque lo decidimos, lo pensamos, lo sentimos y lo realizamos. No es
como un hobby que los jubilados quieren aprender porque no saben qué hacer. No
es algo que existe porque tienen entidad en sí mismo. No es una obligación
contractual. Es, simplemente, un compromiso real con uno mismo primero. Los
espacios existen porque nuestra claridad en el autoconocimiento, en la
autoestima y en la asertividad son concretas y reales
b-
Deben ser comunicables: no es algo que el “otro
y uno” sabemos sin palabras, sino que se habla, que se cuenta, que se sabe
exactamente y por lo tanto forma parte del diálogo. Se insiste mucho con la
cuestión que una imagen vale mil palabras; pero nos olvidamos que nuestras
mejores obras de la literatura han utilizado mil palabras y con ello han
generado emoción, sentimientos y mucha acción. Así que comunicar no es un tema
menor implica una dedicación específica hacia el otro a quien le debemos
trasmitir con palabras (“mil” para empezar esos espacios).
c-
Deben contener las tres “c”: comprendidas,
consentidas y comprometidas. Señalo que no son “toleradas”, sino consentidas
como tales. No digo escuchadas, sino
comprendidas y son comprometidas, no soportadas. Estamos hablando que la
esfera cognitiva, emocional y volitiva dan un “sí”. Esto es lo que las
transforma en un seguro para la pareja.
Agreguemos un detalle fundamental y que solemos olvidar, cuando nos conviene:
nada está en el bronce, todo se puede rever. Esto lejos de ser una amenaza es
la base del futuro. Obviamente volvemos al inicio: la comunicación fluye, no
como sentencias, ni expresiones vacías, sino como proceso asertivo. ¡Oh!, sorpresa,
si no comunicamos bien, la pareja tiene los recursos fundamentales para que
esos espacios sean la fuente de la juventud de ellos. El error es creer que eso
es fácil y que está adquirido. Necesita permanentemente de la disponibilidad,
de la asertividad, de la ternura y de la constancia que, como decía Leonardo, “no
está en comenzar, sino en perseverar”, mientras sirva.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario