En sexualidad la palabra clave sigue siendo “consentimiento”. Sobre
ella se erigen todas las posibilidades y, a través de ella, la salud sexual es
una realidad factible para cada uno. Pero el consentimiento es todo un tema que
aún nos cuesta mucho comprenderlo y desarrollarlo. He sostenido que la causa de
eso es porque se ha privilegiado el aspecto legal. Un juez debe determinar si
hubo consentimiento o no lo hubo, frente a la agresión. Como si fuese una
fotografía. Pero lo cierto que el consentimiento real de las personas es más una
película donde, en ocasiones, pasamos por distintas situaciones y decisiones.
No es lineal ni mucho menos. Pero volvamos a la cuestión esencial.
Imagínate
que alguien te pregunta si “¿consientes a esto?” sería genial si lo hiciese y
así tú puedas decidir, con tu libertad el consentir o no. Pero este enunciado
simple ya implica dos cuestiones axiales: “saber exactamente lo que es “esto”
y, en segundo lugar, sentir que tu decisión surge de tu libertad. A lo que
agregamos dos cuestione subsidiarias. De lo primero, quien te ofrece “eso”, ¿comprende
lo mismo que tú sobre eso? (en esto recordemos que la venta de productos por
televisión es un claro ejemplo que se aprovecha que yo entiendo una cosa y el
vendedor no la está diciendo en esos términos ni en ese sentido). De lo
segundo, tu libertad, la cuestión subsidiaria sería como medirla en términos
reales, sabemos que no alcanza el mencionarla. El concepto de libertad y su
vivencia es algo fácil de mencionar pero realmente difícil de experimentar
realmente.
O sea, consentir no es decir “si”, aunque los jueces puedan aceptar
esta hipótesis, porque están atrapados en sus propios códigos. Es hasta
entendible. Sin embargo, es necesario ver con claridad que el consentimiento
como acción privada y personal necesita más elementos para ser juzgado,
evaluado y considerado. Simplificarlo a eso es una limitación que impide el
crecimiento.
1-
Conciencia del consentimiento: debemos ocupar un
tiempo para comprender a qué consentimos y, valga decirlo, a qué no. Esta
diferencia nos permite tener claro cuando lo que aceptamos ya no es lo que
deseamos y, por lo tanto, lo que exige un nuevo consentimiento o no.
2-
Comunicación del consentimiento: en esto vuelvo,
antes que nada, al concepto de asertividad. La misma se define como “la
habilidad para ser claros, francos y directos, diciendo lo que se quiere decir,
sin herir los sentimientos de los demás, ni menospreciar la valía de los otros,
sólo defendiendo sus derechos como personas". Consentir implica ser asertivos
pero también es una exigencia para serlo.
3-
Autoridad del consentimiento: cuando uno
consiente es la autoridad total del consentimiento, esto implica que
consentimos nosotros, valga la redundancia. El otro es depositario de nuestro
consentimiento. Es decir, en ese momento, él se rige por nuestra comprensión de
lo que consentimos en relación a nosotros. Esto exige saber que nosotros,
también, somos el otro para él, para ella.
4-
Límites del consentimiento: aunque parezca una
tontera sepamos que el límite del consentimiento es lo que no consentimos. Aun
cuando esté al lado de lo consentido. Un paso más allá de lo consentido EXIGE
un nuevo consentimiento.
5-
Lenguaje del consentimiento: el lenguaje del
consentimiento es, muchas veces confuso para el otro. Pero debemos saber que
quien lo recibe tiene una obligación mayor de aprenderlo. Dicho en otros
términos, si yo, ante el consentimiento del otro no entiendo claramente lo que
ha consentido debo aclararlo específicamente. Esto excluye la suposición como
mediador del consentimiento.
6-
La renovación del consentimiento: ningún
consentimiento es eterno, aunque pueda durar toda la vida. Es decir, siempre
consentimos a lo que queremos “aquí y ahora”. Esto es, si lo piensan,
maravilloso. Nos permite la dicha de renovar compromiso, intimidad y pasión de
un modo creativo e intenso.
Nada más importante que el consentimiento para una vida mejor. Pero
recordemos que el consentimiento no es algo simple, necesita nuestro compromiso
y trabajo todos los días. De allí se desprende una de las cuestiones más
urgentes de nuestro presente: ¿estamos enseñando “el consentir”? Para mí, eso
depende principalmente de la educación sexual que nos debemos y de la que estamos dando. No por el
sexo, aunque lo incluye, sino porque la verdadera educación sexual es una
herramienta fundamental para el autoconocimiento, la autoestima, el auto
respeto, la comunicación, la gestión de los conflictos, las habilidades
sociales, entre otras cosas (deberíamos entenderlo de una buena vez.).
Promover el consentimient, desarrollarlo como expresión humana, deifnirlo como determinación de la persona, reconocerrlo como derecho insustituible es una de las formas que tenemos de combatir la peor plaga que la humanidad tiene, la violencia interpersonal.
Consentir, definitivamente, es una pieza elemental para la humanidad. Porque en ella radica su fuerza que no es otra que la que permite expresar nuestras mejores virtudes. Consentir es garantizar el amor, la esperanza, el bienestar, la paz.
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