El ser humano es un ser social. Necesita del otro, siempre, aun cuando no lo diga. Aun cuando no lo busque o, peor, también lo necesita cuando lo rechaza o crea empalizadas para los demás. Necesitamos de otro como otro nos necesita. Nacemos en esta especie de ese modo. Aunque, insisto, podamos hacer una demostración constante de lo contrario. Al fin y al cabo, somos seres humanos que podemos ser egoístas, cerrados, ermitaños, egocéntricos, obcecados, desconfiados y tanto que hace que poner barreras o no buscar las puertas sea tan natural. Pero lo cierto por ser humanos podemos comunicar y acompañar.
Pero si lo primero parece simple pero no lo es, lo segundo
queremos que es fácil, pero es bastante difícil, porque acompañar es una
artesanía y, lo sabemos, estas no se hacen ni por azar, ni por aburrimiento, ni
porque tengo cinco minutos. Si, definitivamente, acompañar es el difícil arte
de permitir que el otro sea un poco más el mismo.
Es
curioso, pero lo sabemos. Por lo menos los que hemos leído “El principito” en
su capítulo XXI cuando el protagonista se encuentra con el zorro. Una delicia
el texto, tan lúcido y tan simple. Si no lo leyeron pues es bueno hacerlo, si
lo hicieron, siempre es hermoso releerlo. Pero para mi planteo quiero citar la
parte cuando el zorro dice que para domesticar (le doy le sentido de
acompañar): - Hay que ser muy paciente – respondió el zorro. – Te sentarás al principio más bien lejos de
mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es
fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Ahora
bien, acompañara no es igual a ser acompañado. En lo primero el otro es el
centro de la atención en lo segundo, uno es el amo de las decisiones. Para
acompañar debemos, simbólicamente, respirar al ritmo que el otro precisa; para
ser acompañados debemos ser un poco más nosotros mismos. Esto, curiosamente,
hace que sea diferente la compañía que el acto de acompañar.
Efectivamente,
hay gente que puede ser muy sociable, pero que no sabe ni acompañar ni permitir
ser acompañado. Aprender esa sutileza no es ni fácil ni difícil, sólo precisa
una dimensión diferente de nuestro ser, marcada por la empatía, delimitada por
la autonomía y ejercitada por la libertad.
Lo
tremendo es que muchas veces, nuestra incapacidad de acompañar es la que más
genera soledad. Si, recriminamos acciones, silencios o introversiones al otro
por lo que no sabemos hacer. Porque para acompañar debemos aprender, insisto,
el ritmo del otro, no el ideal, no el que jugamos a aceptar, sino el que
permite que el otro respira a su aire, hable en su sintonía, exprese en sus modos
y habite sus propios silencios. Por eso acompañar nunca es lineal y no es algo que
pueda ser hecho sin tiempo. Acompañar es una artesanía.
El
dejarse acompañar es algo que puede resultar tan fácil para muchos y para otros
una aventura casi imposible. No nace de la desconfianza con el otro, es sólo un
dialogo errático con uno mismo. Un debate que no siempre se hace pero que
siempre condiciona el resultado. Dejarse acompañar es el resultado de un
proceso complejo que se simplifica en algunas personas, sin dudas, pero no por
eso es una simplicidad que se trasmite.
El
dejarse acompañar conlleva creer que la carga no es mucha, que el valor no se pierde,
que la compasión como sinónimo pobre de pena no está presente, que la soledad
no será la consecuencia lógica.
Así
que acompañar es más que estar y dejarse acompañar es confiar en uno,
primariamente. Nos cuesta entenderlo y por ello, durante tanto tiempo hay que
gente que solo encuentra en la soledad el eco de su necesidad. Ahora bien, hay
un elemento más que, aunque sea duro es bueno saberlo, no podemos acompañar a
todo el mundo ni tampoco ser acompañados por cualquiera. A veces no tenemos la
paciencia para esperar, a veces no tenemos la fortaleza, a veces no tenemos el
cariño necesario, a veces no tenemos el deseo de hacerlo. Eso también es bueno
saberlo, porque no podemos olvidar que somos seres humanos con nuestras propias
cuestiones a cuestas.
Pues
bien, aprendamos a acompañar y permitamos ser acompañados no un instante, es
una forma de hacer que la vida sea algo mejor. Ojalá, lo logremos tantas veces
como necesitamos y tantas veces como lo deseamos.
Un texto precioso para leer y releer y reflexionar
ResponderBorrarMe encanto
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