Durante mucho tiempo no fui muy adepto a los “días de…” me parecían una suerte de algo innecesario. Luego, me di cuenta que está bueno recordar lo que es importante, necesario. Por eso cada tanto es bueno hacer una pausa en el camino y ver lo que se recorrió. Es bueno celebrar lo vivido, haciendo, quizás, el balance, reconocer errores y asumir, o volver a asumir, los caminos que están delante de nosotros cconmemorando lo que nos duele y, también, lo que nos hace querer mejorar. Porque cada tanto, debemos aceptar y vivir el hecho sustancial que somos importantes. Eso es humanidad.
Así,
días como hoy, sirven para hacer pausas y, de ese modo, celebrar logros,
avances, pequeños o grandes pasos o, en ocasiones, darnos cuenta que algo es
increíblemente bueno y que cada día deberíamos celebrarlo, se merece. El
trabajo valga por eso, recordar a los “mártires de Chicago”, pensar lo que
falta y celebrar que uno tiene un trabajo y hacer fuerza para que no falte,
sabiendo que es uno de los grandes problemas que esta pandemia resaltó.
“Pero”
podemos decir, porque siempre hay un “pero”, aún más en esta pandemia que
sacude la salud, la economía, la vida conyugal, la educación, la política, la
amistad, el romance, o sea casi todo. Lo cierto que el “pero” existe porque el
trabajo no es igual para todos, menos las condiciones laborales. Algunos
pueden, literalmente celebrar un día por su trabajo cuando lo deseen. Efectivamente,
están los que pueden interrumpir su faena sin pedir permiso a nadie, comer lo
que se les antoja, beber sin pausa, deleitarse sin preguntarse nada, ni
cuestionarse ni lo más mínimo. Otros, lo sabemos, necesitan su trabajo en el
día a día porque eso alcanza para poco y, quizás sólo para comer, sin tanto
deleite, ni lujos ni nada. Muchos están en el medio, aunque la pandemia los
afectó a todos y todas en lo cotidiano (sólo pensemos en el personal de salud,
de seguridad, de educación, de limpieza que multiplicaron muchas veces su
sacrificio). Otros, siempre demasiados sin importar cuantos son, están con el
dolor de no tener trabajo. Esta es la realidad del trabajo por donde andamos
viviendo e, insisto, en esta situación sanitaria que vivimos, se nota más, se
concentra más, se sufre más.
Pues
eso es lo que es por muchas causas entre las que, sin dudas, están a inequidad,
la injusticia, la ambición, la soberbia, el acaparar más de lo necesario, la
ilegalidad, el abuso, el ultraje, la humillación entre otros males. Situaciones
que forman parte de nuestra humanidad. Hoy, valdría acordarse de eso bastante.
Pero, luego, nos tomemos el tiempo también para señalar que también forma parte
de nuestra humanidad el resto que también esta pandemia lo puso en relieve: el
esfuerzo que se hace por la equidad, la justicia como tentativa concreta de
humanizar, la humildad como un bien casi inevitable en tantas personas, la
generosidad como fruto jugoso que sale tantas veces, la solidaridad como forma
de encuentro y de disponibilidad, la legalidad como consenso, el sacrificio
como decisión personal, la ternura como normativa interna, el trabajo como
dignidad irrenunciable.
Así
que si, hoy el día del trabajador nos debe hablar de esas cosas simples que nos
permiten el lujo de una sonrisa porque lo intentamos con la fuerza que nuestra
humanidad nos permite, aquella que no hace daño, sino que nos eleva: hacer lo
que hacemos, pensando que ponemos en ello, lo mejor que hay, quizás así,
realmente podemos ser parte de, como diría Borges, “los justos” que pueden
salvar al mundo.
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