Un
buen día, por alguna razón que alguien consideró válida pero que ya no tiene
importancia, se decidió celebrar el día del padre. Con ello los que somos
padres nos permitimos emocionarnos un poco con el detalle que el hijo/a prodigara
en gestos y en esos regalos que valen su peso en oro: un dibujo, una tarjeta de
puño y letra y esas pequeñas cosas que hacen mover el mundo.
Luego,
en ocasiones, la madre del niño, de la niña, hace un obsequio o se lo da al
infante para que lo ofrezca como un regalo por ese día. Parece lógico hasta que
ese ya sea un poco mayor. Se hace un gesto con la criatura que recibe el padre.
Más allá de estas realidades obvias, me detengo en un detalle importante,
aunque evidente: uno es padre porque una mujer me permitió serlo. Ella lo
concibió en su útero, lo mantuvo durante casi 9 meses y luego surgió con su
vida por delante. Si, parece una obviedad. Es más, lo es. Entonces esto implica
que, en el día del padre, este debería festejar que haya existido una madre.
Esto, implica, también que el día de la madre es al revés. Estoy hablando a
nivel de padre y madre. Los hijos son otro cantar. Ellos ya tienen que celebrar
lo concreto que haya un padre y una madre para celebrar, agradecer, amar y todo
lo positivo (siendo, en esta ocasión un poco ingenuo e infantil al pensar que
solo hay padres y madres buenos, claro está, aunque la realidad muestra
demasiados casos contrarios a esta premisa).
La
otra obviedad que existe es el ser padre conlleva que en algún momento hubo sexo.
Sexo procreador, que esperamos que haya incluido sexo como encuentro, sexo como
posibilidad de mostrar sentimiento (Si, sé que estoy simplificando y dejando
afueras varias situaciones). La tercera obviedad que pretendo decir es que en
esto hubo –aquí va más invocación mágica de lo deseable, lo permitido y lo
aceptado) hubo consentimiento para permitir que eso pase y concretarlo. Pues,
simplificando, y mucho, una mujer, sexo y consentimiento permiten que alguien
pueda celebrar el día del padre. Aunque, lo sé, no todos los que son padres
cumplen esta realidad. Lo sabemos a la fuerza al conocer casos de abusos,
violencia y otras yerbas. Pero permítanme un momento y volver a mi
simplificación. Estos tres elementos conllevan una idea, una realidad y una invocación.
Un
día del padre debería ser pensado para resaltar lo que es, indefectiblemente
aquello que logra que existan estas personas. Por lo tanto, sería un día para
revindicar que eso siga siendo y se perfeccione. Así, claro es un día para
celebrar, lo que aún tienen un padre, pero también para pensar que es
fundamental pensar en lo necesario que aún falta. Dado como lo simplifiqué,
pues es fácil: educación sexual para que ser progenitores sea no sólo una
decisión, sino una dedicación y una actitud; derechos, no sólo como leyes sino
como una norma educativa y protegida, para que el consentimiento sea siempre
una decisión concreta, cotidiana y asertiva. Finalmente, un esfuerzo ciclópeo
y constante contra la violencia contra la mujer –que esta semana, lamentablemente,
nuevamente se cobró otra víctima. Porque para ser padre, celebrar el día y
disfrutarlo, conlleva nunca olvidar que fue una mujer quien lo permitió.
Así
que, hoy, este día, no desconozcamos que alguien nos permitió ser padres y eso
es un don que sigue siendo un tesoro para muchos. Un tesoro que siempre tendrá
el valor total para quien ve en ese pequeño, que crece, la caricia del
infinito, el susurro de la eternidad o, como mi padre alguna vez dijo, según me
refirieron, “un hijo es la suma de todos los amaneceres del mundo”.
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