En medio de la pandemia que vivimos que implicaron múltiples
urgencias sanitarias, económicas y sociales, que además no está superada, esta
nueva presentación de la UNESCO creemos que vale la pena subrayar. Se me
ocurren algunas razones que podemos compartir relacionadas con el valor que
tiene la educación y la importancia que tiene la sexualidad en las personas y
socialmente. También, que uno de los objetivos de la educación sexual integral
es la erradicación de la violencia como una conducta, lamentablemente humana y
bastante presente en esta pandemia, como también humanamente prevenible con
esfuerzo y dedicación.
Pero quisiera señalar unos elementos a propósito de la
educación sexual. En primer lugar, revindicar el lugar que tiene la educación.
Es algo que la mayoría comparte en el sentido que la misma tiene un valor
esencial y es uno de los pilares fundamentales para el caminar en el presente y
construir aquí y ahora un futuro mejor. En este sentido es lógico pensar que la
educación debe ser de calidad y que eso implica no sólo brindar información,
sino que la misma sea la mejor posible, además que fomente el desarrollo de
habilidades como pueden ser, por ejemplo, la de desarrollar el pensamiento
crítico entre otros. Además, toda educación se asocia a valores que la sociedad
considera que hay que sostener. En este sentido, nuestra sociedad apunta a la
idea de Derechos Humanos como algo a insistir. Esto lo pensamos así, porque se
puede reconocer, con claridad y convicción, que para pensar en educación nunca
podemos obviar lo evidente, la integralidad como sustrato para pensar el hecho
educativo.
Lo segundo a remarcar es la cuestión de la sexualidad que, en
cualquier definición que se tome seriamente, es considerada, resaltada y
marcada como parte importante de las personas. Porque, aun incluyendo lo
genital, lo excede ampliamente. La sexualidad y, por lo tanto, la salud sexual
tiene que ver con persona integralmente.
Esto vuelve al punto que nos parece esencial remarcar: la
educación sexual integral no puede ser una opción ni arbitraria, ni aleatoria,
ni improvisada. Nunca debiera haberlo sido, pero menos en el siglo XXI. La
educación sexual integral es una urgencia que tenemos si pretendemos que
nuestra sociedad crezca sin violencia, se expanda en la construcción positiva y
tenga posibilidades ciertas de alcanzar con éxito los objetivos del desarrollo
sostenible que las Naciones Unidas proponen que consigamos como mundo hasta el
2030.
Quizás, sea hora de reclamar, nuevamente y con mayor intensidad
ese derecho que los educandos de nuestro país alcanzaron con la sanción en el
año 2006 de la ley 26150: el derecho a recibir educación sexual integral en
todo el territorio de la República Argentina. El futuro siempre es aquí y ahora
donde comienza.
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