A
veces es necesario aclarar lo evidente porque parece que no siempre lo es para
todas las personas. Sobre la educación sexual podemos decir muchas cosas. Es
más, se las dicen y todos podríamos aportar así diversos ejemplos. Sin embargo,
nos centralizaremos en dos elementos objetivos:
a- En nuestro país existe la
ley nacional N° 26.150, aprobada por el Congreso de la Nación, que en su
artículo primero establece “que todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual
integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y
privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires y municipal”.
En este sentido, corresponde recordar
que el Congreso de la Nación Argentina está conformado por los
representantes de todas las provincias que debaten y participan en la
elaboración de las leyes; de esta manera, las provincias, por medio de sus
representantes, han discutido y participado directa o indirectamente en la elaboración
y aprobación de esta ley. Por otra parte, la propia ley refiere a todas las
jurisdicciones por lo que se considera que tiene “fuerza de ley nacional”
(valga la redundancia en este caso).
b- La educación sexual es algo que
siempre se hizo porque se educa permanentemente. Cualquiera sabe esta verdad, incluso
hasta los sectores más conservadores la sostienen. No existe forma que una
educación de cualquier tipo no eduque sexualmente, entendiendo como sexualidad
la definición real que comprende una dimensión importante y transversal de todo
ser humano.
Al aceptar estas dos
verdades hay consecuencias muy pragmáticas que debemos defender y decidir.
Sobre la primera, que
refiere al alcance de la legislación nacional, nos planteamos: ¿debe aceptarse
la discriminación entre los distintos habitantes del país? Es decir, un
estudiante argentino recibirá educación sexual como un derecho sólo si nace en
las provincias que optaron por “adherirse” a una ley que, subrayemos, en ningún
momento pide como condición la adhesión para que la ley se ejecute.
La segunda nos obliga a
preguntarnos si vamos a seguir siendo tan irresponsables de discutir la
educación sexual, mientras dejamos que se haga cotidianamente, de cualquier
forma y por cualquier medio o vamos a ser responsable. Por eso es lo que la ley
ofrece, pide, exige, ordena y determina: que la educación sexual integral no
puede ser dejada librada al azar, sino debe ser planificada, gestionada,
transversalizada y visibilizada.
Es hora de asumir que no
existe ninguna creencia aceptable que no defienda que lo más importante es la
educación como el antídoto para la violencia, para la infelicidad, para el
odio. La educación sexual integral es la apuesta más firme, segura y concreta
para crear una sociedad mejor y más acorde con lo que siempre soñamos. Porque
es educación y porque tiene que ver con la naturaleza humana. Demorarla en
debates equivocados o es mala intención o simplemente es ignorancia.
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