El 6 de enero se celebra la festividad de Reyes Magos. Son eventos que tienen alguna magia o
evocan infancia, es decir ya no son sólo festividades religiosas, sino simbólicas de las que uno puede apropiarse sin que deba ser un convencido. En esta festividad, en particular, circula una parte de un poema de don Miguel de Unamuno
, que suele emocionar y generar cierta nostalgia de otrora. Dice esa parte: Agranda la puerta, padre, //porque no puedo pasar;// la hiciste para los niños, // yo he crecido a mi pesar. // Si no me agrandas la puerta, // achícame, por piedad;// vuélveme a la edad bendita //en que vivir es soñar.
Al leerlo el texto es común, decía, que sintamos esas sencilla, nostálgica y hermosa sensación de niñez, la que básicamente implica añorar una época donde la simplicidad parecía lo habitual, la mentira inexistente (salvo por los juegos inocuos como “Yo no me comí el pedazo de tarta con la boca con merengue), la risa se muestra casi como respiración, los regalos siempre son sorpresas aguardadas (tal vez porque no había tanta exigencias), el cariño era constante y se manifestaba sin tapujos, los juegos eran siempre con otro, las rencillas duraban lo que demoraba en comenzar otra actividad y el aprender era una aventura que no se paraba porque la buscábamos. Una época en que la jugar en la calle era jugar en un lugar seguro y que las golosinas no tenían tantos sellos para decirnos que estaban mal. Uno añora la idea de esa niñez donde había una familia –armada como fuera, pero familia, en fin- que era la encargada de retarnos sin violencia y amarnos sin condiciones.
Pero, un día descubrimos
que ese idilio, aun cuando lo hayamos vivido cada uno de nosotros, no era jamás
para todos los niños y niñas. Porque la pobreza siempre existió, porque la
violencia contra la niñez no es nueva, porque los atropellos si ahora se ven,
antes se ocultaban. Es decir, añoramos la imagen que tenemos de aquella otra
niñez y está bien así, porque cuando la imaginamos lo hacemos pensando en lo
que la niñez debería recibir siempre. El famoso “los niños/as primero” más que
un eslogan colorido, se debe convertir en un plan de acción.
Sin querer, ya está claro
el mejor proyecto que podemos pensar para este 2023: eliminar la violencia
contra la niñez, no sólo la que va directamente contra ella, sino aquella que
enseñamos con el ejemplo, por lo tanto, debemos reducir la carga de violencia
social que se expone tanto en las palabras como en los hechos. Ya se sabe que
la pobreza es un drama, pero cuando llega a la infancia es, sobre todo una
crueldad, porque en nuestro país debería ser algo evitable. La educación, nos
cansamos de pregonar que es la solución de base para la inequidad y la
injusticia. Pues ella debe orientarse a ser aún más educación que por
definición es integral. No me canso de repetir, no hay educación verdadera,
sino incluye la educación sexual integral como constituyente real y necesario.
Así que, hoy asumamos ese rol de “padre que debe agrandar la puerta” para la niñez y sepamos que sólo se podrá hacer si nos comprometemos en ampliar derechos y que estos lleguen a todos los niños y niñas que nos rodean. El trabajo está claro, entonces, como diría el otro español: ¡Argentinos, a las cosas!
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