La sexología ha insistido, con buen tino y con evidencia científica, que tener una vida sexual es, en sí misma, una práctica saludable. Simplemente es que el sexo como actividad genera beneficios en las personas. Estamos refiriendo a las actividades que una persona realiza bajo la premisa esencial de desearlos, decidirlo y consentir. Esto es importante subrayar porque el sexo forma parte de un proceso especifico que hacemos y que toma validez porque participamos activa y voluntariamente. A veces, claro está eso no sale como deseamos o no nos gusta por la razón que sea. Pero siempre debemos pensar en el como una forma humana de relacionarnos y que se expande en la medida que evita la violencia, reconoce los límites personales y se crea por decisión real.
Ahora bien, esa actividad sexual está dentro de un abanico de posibilidades de acciones que se pueden hacer (ya sea solo, con una pareja, con más personas, etc.), y que pueden –deberían- incluir siempre medidas de protección (tanto para lo físico, como también para lo mental y lo social); esas actividades también pueden incluir diferentes adminículos (desde ropa específica, hasta utensilios para el juego o los llamados juguetes sexuales), además, las mismas se pueden concretar con una variedad de posturas (no siempre como gimnasia sexual sino como opciones para acrecentar el placer, según los cuerpos participantes). Estas actividades se perciben y se sienten a través de los sentidos y se pueden enriquecer con una buena comunicación. Sí, porque el sexo mejora cuando se lo habla.
Siempre, recordemos, esa comunicación que mencionamos se cuece en las propias experiencias, sentires y placeres, pero se debe “servir”, desde la asertividad, conciencia y con el objetivo superador para la propia vida sexual. Es decir, que cuando comunicamos, en general y en el sexo en particular, elegimos con quien y para qué hacerlo. El consentimiento siempre y permanente.
Si la comunicación es esencial, lo segundo también lo es: nuestro deseo que es el motor de la vida (el
sexo puede estar incluido en esto, obviamente. Esa fuerza convencida de
procurar formas de canalizarse de alguna forma y, la mayoría, implica el
encuentro, lo interrelacional, al otro.
Lo tercero, comprender que la búsqueda del placer es un hecho humano
indiscutible y que permite pensar en positivo. El famoso lema “hagamos el amor,
no la guerra”, era una forma aceptable de referirse al sexo. Un sexo compartido
implica, indirectamente, la búsqueda de una paz, tanto interna como en lo
relacional, sobre ello creamos intimidad y al hacerlo creamos confianza y con
ella, seguramente hilvanamos mejores posibilidades en el día a día.
Si, hoy es una apología de la actividad sexual como una de las formas
humanas de canalizar nuestra esencia cuando se hace dentro de lo válido:
básicamente lo que se consiente plenamente. Esto lo creo porque, en definitiva,
en el sexo, aun en el solitario, pensamos, imaginamos y conversamos con el otro
que le damos status de persona estoy convencido que si lo hacemos sólo pueden
salir cosas buenas.
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