Biológicamente el ser humano es conocido como “homo sapiens”. Esto surge de dos palabras de origen latino: homo por hombre y sapiens para sabio, racional. Tal vez la confrontación con el animal facilitó pasar a ser racional y sabio sin necesidad de mayores pruebas que ser bípedo y poder pronunciar algo más que gruñidos y otros ruidos. Sin embargo, esto, lo sabemos ampliamente, no refleja la realidad del ser humano. Ya que, nuestra especie pocas veces llega a ser realmente “sapiens”; el resto del tiempo se esfuerza por ser lo contrario. Entonces, ¿qué es nuestro antiguo homo sapiens?
Podemos concordar que el ser humano deja de ser animal cuando introduce en la evolución la dimensión del lenguaje como herramienta para intercambiar con los demás (esto no es un dato de la evolución etológica de las especies sino la simbolización de lo que diferencia a los seres humanos de los animales). El sistema de lenguaje, que evoluciona con el ser humano, permite principalmente la construcción de sistemas de interpretación para todo lo que le rodea. Esto es la clave mayor que define la historia de la humanidad, que implica la vida del individuo y sus interrelaciones. No está de más recordar, en este punto, que el ser humano existe por que existe una sociedad y que la base de ella es un par de personas (aclaro antes que algunos utilicen incorrectamente estas ideas, un par de personas no define otra cosa que un par de personas, una que nombra y otra que es nombrada).
Podemos decir, en función de esto que la humanidad ha construido su historia mediante el tejido de explicaciones para las cosas que la realidad le deparaba y las inquietudes que surgían a su paso permanentemente. La mitología, la religión, el abuso del poder fueron diferentes mecanismos utilizados para tratar de ir explicando la realidad y luego imponerla de algún medio para que sea aceptada como “una verdad indiscutible”. Sin dudas que esa interpretación le permitía el poder vivir. Explicaciones simples o complicadas, inocentes o científicas, basadas en el sentido común o en el principio de Deus ex- machina, interpretaciones aceptadas tranquilamente o impuestas por la fuerza, definieron siempre las relaciones humanas desde la infancia hasta el entretejido social.
Más allá de nuestras buenas intenciones la subjetividad marca esas interpretaciones que desfilaron a lo largo de la humanidad y que aún llegaran hasta el fin de los tiempos (si, es un poco apocalíptico dicho de esta manera pero bien vale la imagen). Por ello creo que la definición que mayor le corresponde al ser humano es el de “homo interpratitis”.
Esto, debo completar, no implica que no existe verdad posible y que todo es válido porque todo es interpretación. Todo lo contrario, creo. La interpretación es la capacidad del hombre de explicar las cosas. Esto es exclusivo del ser humano en este mundo conocido. Pero también lo es la capacidad de respetar al otro, de ver en el otro una persona que puede ayudarnos a interpretar las cosas de un modo mejor pensando en el bien común. También es humana la capacidad de comprender que el bienestar de todos es parte del desafío que nos haría llegar, quizás, con mucho esfuerzo, paciencia y esperanza, a convertirnos, algún día, aún lejano, en un verdadero “homo sapiens”.
Podemos concordar que el ser humano deja de ser animal cuando introduce en la evolución la dimensión del lenguaje como herramienta para intercambiar con los demás (esto no es un dato de la evolución etológica de las especies sino la simbolización de lo que diferencia a los seres humanos de los animales). El sistema de lenguaje, que evoluciona con el ser humano, permite principalmente la construcción de sistemas de interpretación para todo lo que le rodea. Esto es la clave mayor que define la historia de la humanidad, que implica la vida del individuo y sus interrelaciones. No está de más recordar, en este punto, que el ser humano existe por que existe una sociedad y que la base de ella es un par de personas (aclaro antes que algunos utilicen incorrectamente estas ideas, un par de personas no define otra cosa que un par de personas, una que nombra y otra que es nombrada).
Podemos decir, en función de esto que la humanidad ha construido su historia mediante el tejido de explicaciones para las cosas que la realidad le deparaba y las inquietudes que surgían a su paso permanentemente. La mitología, la religión, el abuso del poder fueron diferentes mecanismos utilizados para tratar de ir explicando la realidad y luego imponerla de algún medio para que sea aceptada como “una verdad indiscutible”. Sin dudas que esa interpretación le permitía el poder vivir. Explicaciones simples o complicadas, inocentes o científicas, basadas en el sentido común o en el principio de Deus ex- machina, interpretaciones aceptadas tranquilamente o impuestas por la fuerza, definieron siempre las relaciones humanas desde la infancia hasta el entretejido social.
Más allá de nuestras buenas intenciones la subjetividad marca esas interpretaciones que desfilaron a lo largo de la humanidad y que aún llegaran hasta el fin de los tiempos (si, es un poco apocalíptico dicho de esta manera pero bien vale la imagen). Por ello creo que la definición que mayor le corresponde al ser humano es el de “homo interpratitis”.
Esto, debo completar, no implica que no existe verdad posible y que todo es válido porque todo es interpretación. Todo lo contrario, creo. La interpretación es la capacidad del hombre de explicar las cosas. Esto es exclusivo del ser humano en este mundo conocido. Pero también lo es la capacidad de respetar al otro, de ver en el otro una persona que puede ayudarnos a interpretar las cosas de un modo mejor pensando en el bien común. También es humana la capacidad de comprender que el bienestar de todos es parte del desafío que nos haría llegar, quizás, con mucho esfuerzo, paciencia y esperanza, a convertirnos, algún día, aún lejano, en un verdadero “homo sapiens”.
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