lunes, abril 21, 2014

Elecciones

A algunos de los que estamos obligados a votar se nos presenta siempre una cuestión de fondo ante a una elección: ¿cómo votar a un candidato –en esta semana, por ejemplo, en la Universidad Nacional de Tucumán– si únicamente parecen existir meras listas? Se pueden argüir frente a esta pregunta respuestas que apelen al espíritu de la democracia y a la necesidad de la representación. Ahora bien: muchos sabemos que no es así, que la lealtad de los representantes está más bien relacionada con intereses particulares o con las candidaturas principales. Así, muchas veces nos obligamos a votar sabiendo que no importan las ideas, otras votamos por una de las personas que están en la lista, a pesar que la comparte con alguna persona que no conocemos o que no apoyamos. En los hechos solamente resta esperar cuatro años. Y esto no es justo, no es ético. Es hora de repensar seriamente el sistema de elecciones. Deberíamos desarrollar un sistema que nos permita votar a quienes creemos que respetarán las ideas con las que comulgamos o aquello con lo que soñamos para nuestra vida en comunidad y que contemple un sistema de control más eficaz y concreto para que las promesas e ideas se puedan cumplir y hacerlas cumplir.

La elección de rector/a y decano/a y de sus consejeros debería ser nominal y directa. Esto es ya imperioso. Somos universitarios, somos parte de una casa de altos estudios. No podemos demorarnos más. Necesitamos otra reforma universitaria y la necesitamos  ya. La primera nos introdujo a una universidad pujante, la próxima, tal vez nos lleve a la excelencia mayor.

Carta publicada en La Gaceta, el 21 de abril de 2014. Inicio del proceso eleccionario en la Universidad Nacional de Tucumán

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