¿No pueden ser
más creativos a la hora de hacer un título para fotos donde haya mujeres en bikini? ¿Sólo se les ocurre fotos “infartantes”?
Este es uno de esos comentarios sexistas, estúpidos y que, aún siendo unos machistas de mierda, pecan completamente
de una insufrible falta de ingenio. Ni vamos a entrar a discutir que el infarto
no pasa por ver esas fotos, ni de cerca. Échale la culpa a la ingesta excesiva
de grasas, a la falta de ejercicios, al poco control médico y a otra pila de
factores que, definitivamente, no incluye ver mujeres en bikini. Ni en fotos ni en vivo.
Si, esto es una crítica
de esas que la gente me dice: ¿para que las ves? O ¿para qué te calentás? No le des
importancia.
Pues no quiero evitarlo. Tal vez por la razón más simple: la de la deformación profesional o, quizás, por algo más específico: lo evidente. Hay cosas que cuando la empezas a ver, no antes, seguramente, ya es evidente y te salta a la cara.
Pues no quiero evitarlo. Tal vez por la razón más simple: la de la deformación profesional o, quizás, por algo más específico: lo evidente. Hay cosas que cuando la empezas a ver, no antes, seguramente, ya es evidente y te salta a la cara.
Pero veamos un
poco más lo que más me preocupa del comentario que, obviamente, no es la
falacia médica (dejemos claro esto: eso no produce infartos). Lo que me
inquieta es porque se lo acepta como si nada a un comentario sexista y, en segundo lugar por lo poco ingenioso, lo aceptemos, típico de lo vulgar. Lo primero surge, en primer
lugar, de reducir todo a bikinis y trogloditas. Sólo se comenta así cuando una
mujer está en bikini y sólo porque los hombres se enloquecerían con esas “curvas
infartantes” (¡Diablos, caí en la tentación!). Todo se limita a lo heterosexual, al cuerpo llamado
perfecto y a la mentada y supuesta obsesión sexual de los hombres. O todos nos ponemos dentro de
ese esquema o somos anormales. Lo poco
ingenioso se asocia con la simplicidad de caer en lugares comunes y nunca ver
más allá de las narices. Hacer la simple…para así no caer en la tentación de darnos
cuenta que nuestra limitación mental es nuestra propia incapacidad de
permitirnos lo diverso, lo nuevo, lo renovado.
Celebremos la
desnudez. Nos permitamos la libertad siempre. Vibremos con la intimidad que
escojamos y procuremos, siempre, pero siempre el encuentro con el otro, donde las emociones siempre nos pueden hacer sentir que el corazón late diferente que es una imagen bonita pero que, les aseguro, tampoco produce infartos.