Pues no quiero evitarlo. Tal vez por la razón más simple: la de la deformación profesional o, quizás, por algo más específico: lo evidente. Hay cosas que cuando la empezas a ver, no antes, seguramente, ya es evidente y te salta a la cara.
Celebremos la
desnudez. Nos permitamos la libertad siempre. Vibremos con la intimidad que
escojamos y procuremos, siempre, pero siempre el encuentro con el otro, donde las emociones siempre nos pueden hacer sentir que el corazón late diferente que es una imagen bonita pero que, les aseguro, tampoco produce infartos.