El desamor es lo que puede
aparecer cuando amamos. Un buen día, esa distancia que se introdujo en los
intersticios y que se hizo enorme “aos poucos”, como dicen los brasileros, toma
la dimensión de abismo y ese otro, con quien compartíamos, cama, diálogos,
comidas, sexo, preocupaciones, protección y demás, es alguien que no
queremos cerca. Como si de repente la historia que había con esa persona no
sólo es historia antigua sino que esta desfigurada. Sólo quedan
interpretaciones de hechos, situaciones leídas de otro modo diferente, donde
hay culpables y se acumulan las pruebas de "lo que no funcionaba".
Así, entonces, el desamor aparece; toma cuerpo y es lo que dicta nuestras
acciones, nuestras palabras, nuestras actitudes, nuestro enfado, nuestra
indiferencia. Dejamos de amar y, por lo tanto, ese otro ya no nos motiva en
varios sentidos. Ni en interés, ni en deseo, ni en preocupación, ni en
compañía. Ni en nada.
Cuando eso pasa, me
preguntó ¿cuál es el límite que nuestro desamor aún debe considerar? ¿Qué
actitud aún debemos a esa persona con la que hemos compartido algún tiempo,
digamos 15 años, por decir un número?
Sí, todos sabemos la respuesta.
Hay que actuar con respeto, mantener el cariño o, por lo menos, ser
cuidadosos. Pues, la verdad que eso son lindas palabras y mejores intenciones
pero que no van a transformase en acciones, necesariamente. Así cuando dejamos
de amar actuamos como nos sale y medimos el efecto sobre el otro en función de
contextos, personalidades, influencias de los que nos apoyan y alguna que otra
cosa. Y luego, si llegarmos a ser crueles en el camino o duros o distantes o si
hacemos daño, aún sin quererlo, todavía tenemos las palabras para justificar
que lo que hicimos era lo mejor, que no sabíamos hacerlo de otro modo y un
largo de pequeños retazos de palabras que sirven para expiar la “culpilla”
que podemos llegar a tener, en ocasiones solamente, nunca por haber dejado de
amar, sino por la forma en que actuamos frente al desamor.
Amar siempre tiene el riesgo de
dejar de amar (aunque se pueda pensar que quien ama, ama para siempre). Eso es
parte de lo que puede pasar, ¡c´est la vie! Así que bueno que sufran los
“desamados” y es parte de lo que pasa, podemos pensar en el fondo.
Si, se sabe, el desamor produce
un dolor profundo, intenso y destructor para quien aún ama. Duele el alma que
antes era besada y duele con esa intensidad de abismo y de desasosiego que
viene incluido. Pero, aun así, aunque sepamos qué puede pasar, sigue siendo la
experiencia fundamental del ser humano saber y poder sentir que: “estoy
amando”.