Pocas cosas son tan necesarias y, al mismo tiempo, tan bastardeada
como la amistad. La base de la amistad radica en la fragilidad compartida, sin alardes
ni miedos; en la solidaridad comprometida, en la alegría potenciada y en la tristeza
disminuida. En la sensación real que de un alguien que puede darnos una mano, o
quizás no, pero lo intentará. Quizás por
eso, siempre se insiste que son pocos, por más que tengamos muchas relaciones
amistosas. Es decir, pocos de los muchos que pueden decirte “feliz día, amigo”,
son realmente esos amigos que uno atesora, necesita, busca, encuentra y siente
como tal.
La vida, como camino que es, nos lleva a tantos lados, aún sin salir
del terruño y por ello, nos aleja, nos acerca de tantas personas que van
cambiando sus maneras de encontrarse, de acompañarse, de sentirse. Pero algunos,
pocos, se mantienen de un modo tan real y dispuesto como es necesario.
Nunca serán muchos los amigos que podemos tener, pero que los hay los
hay, eso sin dudas. Así que porque eso es tan real y concreto para cada uno,
hoy es un buen día para un gesto, que simplemente actualiza los miles de otros
gestos que tenemos cada día. Así que quizás, allí está la diferencia. Tu amigo
es aquel con el que has tenido un gesto –de pensamiento, acción o lo que fuera-
muchas veces en este último año y que hoy simplemente lo actualizas. El resto,
esas relaciones amistosas que podemos tener, el sentirnos en la ola de “afectos”
potenciados por la publicidad del día, le sonriamos con la delicadeza de desear
que, ojalá, ellos también tengan su amigo, su amiga para celebrar o simplemente
para estar, o, quizás, para evocar porque alguna de las distancias posibles se
metió en el medio hoy.
Así que si, feliz día, amigos