
La falta de una educación sexual integral concreta, eficaz y
permanente es una de las deudas que tenemos. Porque hacerla implica avanzar por
el camino más prometedor para conseguir esa utopía que tantos imaginamos: “promover
el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para
nuestra posteridad y para todos los hombres y mujeres –¡sí!, agregué- del mundo
que quieran habitar en el suelo argentino”.