La
crítica parece, tantas veces, el arte de decir lo que está mal desde la teoría.
Eso es lo que suelen decir los criticados o amigos –o adeptos en las causas
políticas- de los que critican. Es más, avanzan la idea –ya casi instaurada como
dogma- que en la práctica las verdades se deben diluir, las certezas negociar y
el respeto entregarse en dosis homeopáticas. Así, la acción valida ciertos
comportamientos que, por su parte, la teoría, obviamente, no lo hace. Esta división es casi
lógica salvo, por supuestos para la física por ejemplo, pero no es para la vida mismo. Veamos, para las leyes de la física no se modifican por nuestros comportamientos, salvo que estén mal formuladas al inicio. Es decir que la teoría no sea buena. Mientras que para
contar mi experiencia en las últimas vacaciones el relato -que es teoría- se puede equilibrar con algo
de ficción pero siempre imponiéndolo como verdad, aunque contradiga alguno -o dos- principios de la física, de la psicología o de mi propia experiencia y acciones.
Por
supuesto, todo eso es así a menos que sea hecha por alguien afín al poder o
respaldado por él de alguna forma. Entonces la crítica pasa a ser enunciados de
personas preclaras que logran sintetizar profecías en forma de normas de acción
que no admiten ni la discusión ni menos la posibilidad de fracasar.
Lo
cierto que criticar es parte de lo que hacemos frente a lo que está disponible
a nuestros sentidos. Criticar no es más que emitir una opinión sobre algo que
nos interpela, aunque sea por curiosidad, por simple chusmerío, por interés
real o, como forma de mostrar que tenemos algún poder. Al criticar opinamos sobre algo y
establecemos, en ocasiones, juicios de valor sobre algo partiendo de una acción
realizada por otro. Sólo se critica una acción, se puede decir que,
necesariamente, se traduce en algo. Criticamos como parte integrante de las
relaciones con los demás.
Una
crítica es, una opinión que no implica certezas siempre; es más, claramente una
crítica puede ser equivocada. Ya mencioné en otras entradas que lo que se puede
esperar de una crítica es que sea buena o mala. Buena sería aquella que toma la
realidad interpelada y encuentra en su lectura fallas manifiestas y que pueden
ofrecer pistas para pensar, a partir de ello, posibles soluciones, formas de
mejorar lo expuesto. La crítica mala es, lisa y llanamente, la que no ve
correctamente la realidad y hace sus razonamientos a partir de errores de
lectura, mala percepción de los datos y, de equivocaciones de interpretación de
lo percibido.
Pensar
así implica creer, seriamente que las críticas son necesarias, fundamentales y
que es una verdadera falacia pensar que son constructivas o destructivas. Las
personas lo somos. Construimos con críticas buenas a pesar que ellas echen en
tierra lo realizado. También podemos destruir con críticas buenas, cuando la intención de la
persona es destruir al "criticado".
Critiquemos.
Lo hagamos con la certeza de nuestras ideas y con la duda de un conocimiento
que siempre debe crecer. Aprendamos, al mismo tiempo a discernir, aún
equivocándonos, cuando una crítica que nos hagan sea buena o mala,
independiente de la persona, eso es otra historia. Tal vez, de ese modo avancemos un
poco más en ser mucho mejores y contribuir, concretamente, en hacer mejores a los demás.
Seamos críticos, seamos constructivos, seamos capaces de aprender a escuchar, aprender a dialogar, aprender a respetar. Básicamente, sigamos aprendiendo a ser humanos.
Seamos críticos, seamos constructivos, seamos capaces de aprender a escuchar, aprender a dialogar, aprender a respetar. Básicamente, sigamos aprendiendo a ser humanos.