Carta abierta para mi hijo sobre el día de la mujer
Hoy 8 de marzo es un día raro,
porque se junta, en esta jornada, tristeza y alegría. Tristeza porque se recuerda
un hecho muy doloroso: que mujeres trabajadoras fueron asesinadas por reclamar
por sus derechos: no sólo genera tristeza, sino mucho dolor. Del otro lado, es
un día que nos genera una cierta alegría porque también celebramos que hoy, muchas
personas trabajan, luchan, consiguen y caminan hacia una verdad que funda
nuestra humanidad: que todas las personas son iguales en sus derechos y que
fomentarlos, defenderlos y promoverlos es una obligación permanente. Por más
que dure una eternidad comprenderlo y conseguirlo
Ahora bien, querido hijo mío, no te quiero escribir sobre
las maravillas que puede tener una mujer. Tú, lo sabes por tu madre, por tus
abuelas y por esas mujeres que, día a día compartes actividades; además, sin
dudas, lo seguirás descubriendo en cada momento de tu vida. Este “día de la
mujer”, quiero que sepas, no es para evocar esas maravillas. Tú lo sabes bien,
para celebrar todo eso están todos los días del año. A las personas que te
acompañan, ayudan, colaboran, aman hay que celebrarlas todos los días. Sólo un tonto
sería capaz de esperar un único día para alabar las virtudes de quien comparte
el día a día. Los mimos se deben dar todos los días. No, el día de la mujer no
es para eso específicamente. Es un día en el que debemos recordar que aún
estamos en una lucha esencial. La lucha para conseguir que el derecho a ser,
innato a toda persona, sea algo que no debiera depender de nadie ni de ninguna
circunstancia. El día de la mujer es, querido hijo, un día para recordar lo que
hemos trabajado, cada día que ha pasado, para superar años de discriminación,
violencia y negación y, también, para comprometernos en seguir haciéndolo aún
mejor.
Si, hijo mío, el día de la mujer es para recordar que
seguimos avanzando como humanidad en la medida que somos capaces de darnos
cuenta que el camino lo hacemos “golpe a golpe” (como dice un poeta que ya
descubrirás); un día para recordar que las conquistas sobre la barbarie, sobre
la ignorancia, sobre la violencia (hoy la resumamos diciendo “sobre el
machismo”) es cotidiana, es permanente, es activa y, por lo tanto, surge de nuestras
convicciones, de nuestras decisiones, de nuestros sentires.
Querido hijo, ojalá, el día de la mujer sea para ti ese día
en el que comprendas y te comprometas siempre con un hecho bastante simple: la medida de nuestra humanidad está asociada
directamente al valor y al esfuerzo que damos para que el otro tenga el mismo
derecho que tú tienes: a ser educado, a ser autónomo, a ser libre, a ser amado,
a vivir libre de toda violencia. Te aseguro que si cada día puedes tener este
norte y hacer algo, aunque sea mínimo, entonces, todos los días tendrás ocasión
de festejar la dicha de ser humano y de avanzar hacia una mejor humanidad.
Por ello, hijo mío, espero que cada día puedas descubrir un
poco más, un poco mejor que nuestro mejor desafío siempre será el de construir
un mundo de inclusión, un mundo que nos albergue a todos y a todas, con las
mejores condiciones de vida posibles. Ser humano, en definitiva, es ver al otro
siempre como un igual y actuar en consecuencia.
Te quiero siempre feliz y para ello, estoy convencido que la
lucha contra el machismo en cualquiera de sus formas es una de las formas de
soñar un mundo mejor para vivir, para todos y para todas, mi querido hijo.