Un buen día, por alguna razón que alguien considero válida
pero que ya no tiene importancia, se decidió celebrar el día del padre. Con
ello los que somos padres nos permitimos emocionarnos un poco con el detalle
que, en mi caso, mi hijo me prodigara en gestos y en esos regalos que valen su
peso en oro: un dibujo, una tarjeta de puño y letra y esas pequeñas cosas que
hacen mover el mundo.
Luego, en ocasiones, la madre del niño hace un obsequio o se
lo da al hijo o hija para que lo regale como un regalo por ese día. Parece
lógico hasta que el niño sea un poco mayor. Un gesto para el niño que recibe el
padre. Sin embargo, este año, por simple casualidad, me percibí de un detalle
que consideré importante, aunque alguien me dijera que ya es hilar fino. Pero
bueno, dado que tengo un espacio y con ello puedo darme el lujo de escribir una
idea, va esta.
Soy padre porque una mujer me hizo serlo. Ella lo concibió
en su útero, lo mantuvo durante casi 9 meses y luego por la forma que sea
permitió que el pequeño surgiese con su vida por delante. Si, parece una
obviedad. Es más, lo es. Entonces esto implica que el día del padre, el padre
debe festejar que haya existido una madre. Esto, implica, también que el día de
la madre es al revés. Uno debe ser celebrado. Estoy hablando a nivel de padre y
madre. Los hijos son otro cantar. Ellos ya tienen que celebrar lo concreto que
haya un padre y una madre para celebrar, agradecer, amar y todo lo positivo
(siendo, en esta ocasión un poco ingenuo e infantil al pensar que solo hay
padres y madres buenos, claro está). Así, yo, recuerdo, evoco y sufro la
ausencia de mi padre que hoy no podré darle un beso, ni ofrecerle algún regalo.
Pero bueno, es la ley de la vida (bastante de mierda en ocasiones, digámoslo).
Así que si, en el día del padre que los hijos nos celebren y
nos digan felicidades. Nosotros, los hombres recordemos, estemos como estemos con ella, con real
agradecimiento, con todo el sentimiento que haya y con una bella ternura a esa
mujer que un día, por las razones que hayan sido, nos hicieron padres.
Hoy, este día, no olvidemos que alguien nos permitió ser
padres y eso es un don que sigue siendo un tesoro para muchos. Un tesoro que
siempre tendrá el valor total para quien ve en ese pequeño, que crece, la
caricia del infinito, el susurro de la eternidad o, como mi padre alguna vez
dijo, según me refirieron, “un hijo es la suma de todos los amaneceres del
mundo”.