En una carta pública, vía el Facebook
de la madre, la hija de la ex-presidenta de mi país, Argentina, dijo, entre
otras cosas, “La ley de educación sexual integral, promovida por el anterior
Gobierno, es EXCELENTE. Tiene una sola carencia: su aplicación es optativa”. Hay
un error en esta afirmación. La ley 26150 que crea el Programa Nacional de
Educación Sexual Integral, no sólo es “EXCELENTE” sino es actual, necesaria,
creativa e innovadora. Fue sancionada en el año 2006 con un consenso de casi todo
el arco político de ese momento. Sin embargo, hubo que esperar hasta el año
2009 parar que se concretara el diseño y publicación de los lineamientos
curriculares. Hoy, 10 años después de la sanción, su aplicación a nivel nacional
es irregular.
Ahora bien, la ley establece
que la Educación sexual integral es un derecho de los educandos. En ningún
momento dice que es OPCIONAL. El opcional se hizo realidad por otros motivos,
no por la ley. Para ello, como siempre hubo fuerzas que se opusieron, también
políticas. Si podemos señalar que la verdadera carencia que tiene la ley es la
falta de presupuesto asignado por la misma ley, donde también se ve la falta de
voluntad política.
Ahora bien, si hay
resistencias a esta ley. Esto es innegable como es innegable que no se logró en
9 años imponerla como una estrategia educativa deseable y deseada. Señalemos que
es una ley que ofrecería a los educandos herramientas para su desarrollo
integral, para hacer que ellos sean capaces de tener relaciones saludables,
para avanzar decididamente contra la violencia de género, para hacer a nuestra sociedad
un poco más justa cada día. La falta de una educación sexual integral sistemática
y completa es un error, una deuda. Aclaremos que se han hecho muy buenos
esfuerzos y que se ha avanzado, esto también es innegable. No estamos en foja
cero pero hay una insuficiencia a nivel de su aplicación para todos y todas.
Quizás,
entre otras razones, no hemos usufructuado ni bien ni todos los recursos tanto
humanos como educativos para lograr implementar esta ley tan necesaria, tan
ideal. Tal vez, también, los defensores de la educación sexual integral no
hemos sido inteligentes, constantes, estratégicos para conseguir que se
implemente. En una de esas la política no ha ejercido su rol de la mejor
manera. Lo cierto que la educación sexual integral no ha llegado aún a todos y
todas. Esto es lo lamentable porque, insisto, comprender la necesidad de la
educación sexual integral y concretarla es uno de los caminos que facilitan el
cumplir, a nivel social, los objetivos del milenio y, a nivel individual, el objetivo de cada padre y cada madre: que sus
hijos sean felices.
(una versión recortada de esta entrada se publicó en el Diario La Gaceta, de Tucumán, el día 7 de junio de 2016)
(una versión recortada de esta entrada se publicó en el Diario La Gaceta, de Tucumán, el día 7 de junio de 2016)