La gente confunde franqueza con decir la verdad.
Emitir opiniones sin filtro, una franqueza brutal no es ser sincero en sí mismo,
aunque muchas veces uno lo sea. Es fijar posiciones, es construir murallas y
establecer los límites. Curiosamente no va al encuentro del otro, sino
establece los lugares que se pueden ir y aquellos a los que no. A ver, es
buenísimo ser francos. Ser directos. No dar muchas vueltas. Ojalá todos podríamos
hacer eso y al hacerlo, estoy seguro, que la práctica continua seguro que
produciría el efecto necesario de fortalecer el espíritu y la mente para no dar
por la crítica más de lo que la crítica vale.
A eso no me opondría nunca. Conviene abrir la boca
para decir las cosas directamente que hacer silencios y grandes vueltas para no
decir nada. Sin embargo, la comunicación es siempre con el otro, no con un
espejo. No con un público que debe escuchar al orador. El otro, como uno,
siente, cree, ve, percibe, analiza, canaliza, inhibe, acepta, rechaza lo que le
viene en suerte como puede. ¿Debemos tenerlo en cuenta para ser francos? O,
básicamente, ser francos, ¿es lo mejor que nos conviene y lo mejor que podemos
ofrecer?

