¿Qué recordamos de lo vivido? Es la pregunta y al mismo tiempo incluye
un hecho anterior evidente e importante: no recordamos todo. Seleccionamos en
función de una lógica tan particular que siempre es sesgada. Hace tiempo decía
que la memoria, quizás,
no olvida. Ella nos ordena, nos acaricia y, en ocasiones, nos perdona.
Recordamos selectivamente y al hacerlo toma cosas de lo
que hemos vivido y deforma la realidad poniendo énfasis en un detalle o en
otro. Así es, siempre. La hipótesis es simple. La memoria son resabios de las
impresiones que la vida nos hace y el recordar es revivir lo vivido con las
emociones que tenemos en el momento, con la intención que nos produce aquel
momento y con el interlocutor a quien contamos.
Así, sin pretenderlo quizás, castigamos o bendecimos contando nuestra
historia. Daniel Schechter escribió un libro que se llama los “siete
pecados de la memoria” donde muestra que cometemos errores con nuestra memoria.
Que es común. Es algo que me parece lógico, nunca recordamos como vivimos. Esto
es una maravilla. Las vivencias no son tatuajes de lo hecho (aunque lo vivido nos produzca tatuajes), son inscripciones
de lo vivido que es la suma infinita de emociones anteriores y actuales, de
sensaciones viejas releídas en el instante que se cuentan, son formas de
reconciliarnos con el pasado o de distanciarnos de él.
Recordar no es zambullirnos en la realidad es traer esbozos de otro
tiempo y acomodarlos para que cumplan su objetivo en este instante. No, no
mentimos, nos permitimos un poco de lujo o de piedad con nosotros mismos. Así,
tengo fotos de otra época que veo y recuerdo momentos vividos y me producen
sensaciones nuevas que no tenía en esa época y que, quizás seleccionó las
emociones. También otras fotos que no recuerdo ni personas, ni sensaciones, ni nada.
Esto es, sin dudas, una maravillosa experiencia y, al mismo tiempo un
mensaje espectacular: la vida es presente, presente que se ha ido, presente que
no ha venido y esté presente, el único donde se puede reír y llorar. Somos
historia viva. Somos este momento que estamos viviendo, somos originarios de
aquellos momentos vividos y somos forjadores de estos, que están viniendo.
La memoria evoca vivencias con el sutil filtro de nuestra urgencia, de nuestra
necesidad, de nuestro juicio, de nuestras limitaciones. La memoria nos duele,
nos abraza, nos acaricia, nos condena, nos perdona y al hacerlo perdonamos o
castigamos a quien recordamos, a quien evocamos, a quien olvidamos.
Borges, con más sencillez y claridad, nos lo dice de forma tan clara: "la memoria del hombre
no es una suma; es un desorden de posibilidades indefinidas".
O sea, sepamos que no somos justos, no podemos serlos, pero si misericordiosos, tal vez. Así, sera que un día nos damos cuenta que al serlo, no es el otro el que saca partido, sino nosotros porque la memoria es nuestra y, por ello, nuestra evocación nos golpea o nos acaricia. DE ese modo podremos garantizar que siempre haya lugar para la tierna sonrisa que nos hace respirar siempre.
O sea, sepamos que no somos justos, no podemos serlos, pero si misericordiosos, tal vez. Así, sera que un día nos damos cuenta que al serlo, no es el otro el que saca partido, sino nosotros porque la memoria es nuestra y, por ello, nuestra evocación nos golpea o nos acaricia. DE ese modo podremos garantizar que siempre haya lugar para la tierna sonrisa que nos hace respirar siempre.