Hoy, por eso
del andar y conversar, me encontré pensando en la generosidad como gesto hacia
el otro. Particularmente, el de la generosidad en las relaciones. Sin que sea
una ley, si pensé que hay dos tipos de generosidad que es necesario distinguir.
La primera la llamaré la “generosidad por disponibilidad”, la otra, “la
generosidad por expectativas”. Al escribirla sé que debo aclarar un poco más.
Ya en otras
ocasiones he insistido en el valor que tiene la disponibilidad como actitud y
aptitud para el encuentro. La disponibilidad es una apertura no sólo mental,
sino lo más completa posible que acoge al otro o que ofrece esa posibilidad. Es
un lujo que algunas personas tienen y que otras, un grupo más amplio, usufructúa
o disfruta. La disponibilidad hace que la generosidad ofrecida genera paz en
quien la ofrece, ese dar, implica un acto que produce un efecto muy positivo en
quien lo hace. Se da porque el otro es importante, pero sobre todo se da porque
al dar sé que es importante.
La otra
generosidad, por expectativas, doy, con la intención de dar pero, aunque no lo
sé en ese momento o aun sabiendo, es como una inversión para recibir. Es más lo
que doy no es lo que me da paz, me llena, sino lo que recibiré a cambio de eso.
Obviamente, esto posibilita una mayor posibilidad de frustración si las
expectativas no se cumplen.
Debo hacer
dos salvedades. Una pareja se realiza porque los dos dan, aunque uno de más o
casi todo, el otro debe dar algo. Lo segundo, las dos “generosidades” existen y
funcionan. La primera creo que facilitar llegar a la paz interior. La segunda
es un camino que tiene mayor riesgo para la persona.
Ser
generosos siempre es elogiable pero debemos recordar que la generosidad no es
otra cosa que dar lo que se tiene, nunca lo que no se tiene. Así que bueno,
eduquemos la generosidad que genera paz, la que promueve las relaciones y la
que potencia la felicidad. Hacerlo es una forma de encontrarnos en el camino
donde el otro es compañía.
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