Un puente siempre
es una imagen poderosa. Es poder cruzar dos orillas que están separadas. Un
puente es una construcción que se hace para optimizar algo, para mejorar el
encuentro, para favorecer los caminos, para desarrollar nuevas formas de
conocer. Un puente es, metafóricamente, una de las formas más inteligentes de
pensar la vida. Cuando más sólido, mejor ubicado y más adecuado sea el puente,
más garantías existen que su fin sea un avance, un logro, un desarrollo
innegable.
En este
sentido este año, el día de la salud sexual celebra uno de los puentes más
tontamente cuestionado y más urgentemente necesitados: la educación sexual. Pensar
en educación ya conlleva pensar en puentes que permiten atravesar el río de la
ignorancia, el río de la desidia y avanzar desde donde estamos a algo mejor. La
educación, en eso hay consensos casi universales, es la opción que hace falta para
que el mundo sea mejor para todos. Dentro de ella está la educación sexual.
Esta no es más que una de las formas más contundentes de defender la esencia
humana: la diversidad como belleza, la comunicación como modo de encuentro, el
deseo como motor humano, el placer como una necesidad, el encuentro como decisión
personal, la paz y el bienestar de todos y todas como un compromiso
insoslayable.
Hoy, en este
día de la salud sexual, sigamos construyendo puente donde se están haciendo y
dejemos claro una verdad no negociable: la educación sexual es una exigencia de
nuestra humanidad que no podemos postergar más. Educación sexual integral aquí
y ahora, para que podamos avanzar hacia esa utopía que deseamos: el encuentro
libre, equitativo, placentero y sin violencia entre los seres humanos.
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