miércoles, septiembre 25, 2019

La intimidad


La intimidad es una eternidad concentrada en un instante. Dura lo que dura. No más que ello, ni menos. Dado que la intimidad es acción, sería un verbo, pero que sólo se conjuga en presente. La intimidad es “aquí y ahora”. No existe intimidad en pasado ni en futuro, por ello no es ni promesa, ni recuerdo. Hago una observación sobre esto: toda intimidad nace teñida con los colores de las otras intimidades vividas, pero nunca es una reproducción y, valga decir, toda intimidad vivida alimenta el deseo de una intimidad a vivir. Pero no confundirse es sólo presente.
La intimidad, decía hace tiempo, es ese momento compartido donde la desnudez alcanza un nivel superlativo de humanidad. Cualquier desnudez, puesto que la intimidad es exhibir la fragilidad para descubrir la fortaleza. Aun siendo pasajera, aun siendo circunstancial, la intimidad nos revela naturalmente.
Hay personas que tienen la capacidad de generar desnudez y otras que tienen la capacidad de crear las condiciones para la intimidad. Fabuloso cuando van junto pero sabiendo que son dos cosas diferentes. Ni siquiera complementario, lo que no quita que es sublime cuando están juntos.
Quizás por ello creo que nunca se debe renunciar a la posibilidad de compartir intimidad, nunca jamás se debe intentar hacerlo. Sin embargo la madurez del espíritu surge cuando aprendemos como protegernos, sin escondernos, como disfrutarla sin tomar riesgos, como producirla sin pagar cualquier precio.
Desarrollar intimidad sólo es posible porque nuestra humanidad está hecha para el encuentro, desde la alteridad inevitable. Comprenderlo es hacer un paso más en nuestra evolución.


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