Leo por alguna red social: ¿tienes algún beso suelto por
ahí para mí? Y pensé en eso de ¿a quién daríamos un beso sin pensarlo dos
veces? Y, también, ¿a quién le daríamos un beso como un gesto elocuente de
humanidad? Porque, en definitiva, un beso es un abanico de manifestaciones
humanas. No por nada su ejecución conoce diferentes versiones y la cantidad de
besos que hay son variadas según la imaginación de quien los escribe. Pero,
además, podemos agregar que cada uno le da sentido según su propia lectura,
situación y otros elementos. Así un beso es una escala de cercanía para algunas
personas. Para otros es la prueba de intimidad que se ofrece. Para todos,
seguramente, un gesto de cariño polisémico.
Lo cierto que no llevamos la cuenta de los besos que
hemos dado en una vida, pero todos tenemos mojones que lo guardamos como
diamantes. Eternos, seguros y deseados. Esos besos que no se reproducen pero
que se viven como naturales, como ansiados, como esperados.
Como dije, los besos son innumerables y, para muchos,
también los son aquellos que no se pudieron dar, por las razones que sean. Que
los deseábamos con la sincera ambición del encuentro y que se perdieron porque
no se dieron. Porque los besos no se recuperan, se crean. No se reciclan, se tallan
en el momento.
Los besos, permítanme decir lo que todos saben, se ejecutan con los
labios, pero es más que eso. Se concentra en esa parte corporal para hacerse,
pero implica el espectro de las emociones y movilizaciones humanas, desde
aquella casi sin querer o sin profundidad, hasta las que uno utiliza como la
prueba de la intimidad más deseada y compenetrada. Pero, lo recordemos, es más
lo subrayemos –aunque es una obviedad enorme-, el otro, independiente de
nuestra intención, deseo, ambición y esfuerzo, lo recibe como quiere. Dichoso
cuando ambos coinciden. Valga esto tanto para lo superficial como lo profundo.
Yo, por mi parte, sé que he besado mucho, pero aun sé
que desee hacerlo mucho más. Y, valga decirlo, aun deseo besar en todo el
espectro posible. Creo, sin lugar a dudas, que los labios pueden hacer más por
la felicidad besando que hablando.
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