Hay gente muy ocupada. Que realmente tiene muchas
obligaciones. Esas personas que son capaces de ordenar un día para que puedan
caber todas las actividades que han diagramado. Sin embargo, nunca son mil cosas. Las que dicen esto me llamaron siempre la atención. Esa pequeña obsesión
que tienen por aumentar actividades y darle a todo el mismo peso. Así casi es
un acto heroico su vida. Como si todo lo que hacen es tan importante que no
pueden no hacerlo ya. Y, si tienen un espacio libre de tiempo o lo llenan con
cualquier cosa que inmediatamente adquieren el rol de “imprescindible” para la
vida. En algunos casos cuando no consiguen hacerlo no hacen nada, pero sólo si
se convencen que sólo es un descanso por haber hecho tanto, tantísimo y
sabiendo que es algo merecido y al mismo tiempo pequeño, porque ya está la
lista de lo que es infinito y a cumplir. Leyendo a Steven Pinker encontré que
se le podía poner un nombre a estas personas. Textualmente, el psicólogo
americano dice: “ la gente se queja cada vez más de lo ocupadísima que
está (“quejas de yuppies”, según la expresión utilizada por un equipo de
economistas)”.
De allí, me pregunté porque se vive ese calvario. ¿Porque
esas personas sufren el “mil cosas a hacer” que siempre “es la ilusión de las
mil cosas”? Pero nunca jamás hay mil cosas en un día. O sea, usan una imagen
exagerada que genera una mayor exigencia, no es una imagen benévola para con
uno mismo. Lo dicen como una suerte de letanía que deben repetirse y repetir.
No para que sean vistas como víctimas, sino para que puedan ser disculpadas
porque no se debe exigir mucho a esas personas, porque, como insisten, están
todos tan ocupadas y todo con un nivel de importancia que uno no debería ser
tan egoísta de distraer “al reloj que hace girar al mundo”.
Pero lo sabemos, no pueden con su genio. Es más, si uno les
dice, no se sienten ofendidos, sino dolidos, incomprendidos y, sobre todo,
abandonados. Porque uno está para ayudar porque están desbordados. Hasta tal
punto que uno procura no pedirle algo porque es como agregarle una tarea más.
Es verdad, no lo dudo, que hay gente muy ocupada y que tiene
plazos perentorios. No hablo de esas personas, hablo los que hablan mucho sobre
ese tiempo siempre pleno de actividades. En algunos casos, una simple ficción
en otros, la consecuencia de hacer algo no muy bueno, creer que todo es ahora o
nunca y por lo tanto contener todo lo que surja y un poco más. Pero, lo sabemos
por la sabiduría popular: “quien mucho abarca, poco aprieta”.
Cada cual sabe dónde le aprieta el zapato, para seguir con
esos refranes que sintetizan verdades. Pero también cada cual debe aprender
cómo hacer que la vida cotidiana, la que se comparte no sea una sucesión de mil
cosas a hacer, sino de unos cuantos momentos a compartir, el lugar donde radica
la esencia de la felicidad y de lo mejor que tenemos.
Jajjaa siii! Es tal cual describes.
ResponderBorrarY a mi compartir me hace muy muy bien!!