Salud sexual
Más allá de la
importancia que tiene todo lo realizado y los servicios esenciales que actualmente
se genera en torno a las cuestiones sobre la salud sexual y la salud
reproductiva, creo que la salud sexual necesita independizarse de la salud
reproductiva tanto a nivel de políticas públicas como de la atención sanitaria,
como, también, en enunciados sociales, incluyendo las reivindicaciones públicas
y las investigaciones acordes.
No digo nada nuevo cuando señalo que son dos
universos diferentes que, si bien se pueden relacionar son dos esferas
diferentes, con lógicas, con contenidos, cuestiones abarcativas, propuestas terapéuticas
y diagnósticas, entre tantas cosas, diferentes. Para visualizarlo mejor, vemos,
por ejemplo, que existen formas de relacionar la salud sexual con la salud
vascular, pero nadie duda que son dos espacios sanitarios diferentes y con
iniciativas propias y definidas. Pues la salud sexual y la reproductiva es la
misma idea: aun cuando se relacionan son diferentes aspectos de la persona.
Desde
que la píldora anticonceptiva contribuyo a generar y/o expandir una de las
revoluciones sexuales, quedó más evidenciado una de las certezas humanas: que
lo sexual es diferente que lo reproductivo, aunque en algunas ocasiones su
asociación es obvia. Hoy, 2020, hemos avanzado muchísimo –aunque no de forma homogénea-
en la noción de la salud sexual y de sus componentes, de los Derechos sexuales como
parte de los Derechos Humanos, en la reivindicación de una vida sexual libre de
violencias, en la diversidad sexual como norma de la humanidad y podríamos
continuar, porque lo cierto que la salud sexual como hecho concreto tiene
identidad, visibilidad y acciones concretas. Por eso, es llamativo que en este
2020 se siga manteniendo la noción de salud sexual asociada a salud
reproductiva. Definitivamente es, para mí, un error que debemos corregir porque
no es menor y repercute sobre la vida sexual de las personas.
Valga
decir lo obvio, es excelente que la salud reproductiva tenga todo lo que
necesita a nivel social y sanitario. Que se procure todos los recursos para que
ella nunca produzca problemas a nadie y que se resuelvan, día a día, lo que sea
necesario. Esto no se discute tampoco. Pero aclarado esto, quiero revindicar
que la salud sexual es otra esfera de la humanidad y, hoy, luego de tantos
esfuerzos de profesionales, de actores sociales y de personas comprometidas con
una visión más amplia en relación a la capacidad de vivir, experimentar,
desarrollar y promover la sexualidad es hora que se produzca la separación
efectiva de estos espacios.
Por ello defiendo la creación de espacios
sanitarios, sociales, políticos y legales que sean sólo de la salud sexual. Las leyes no deben incluir las dos
cuestiones juntas, por más que varias veces se puedan asociar como iniciativas
compartidas y acciones conjuntas. Particularmente creo que los servicios de atención sanitaria
públicos deben tener servicios de salud sexual de un lado y servicios de salud
reproductiva de otro lado. Dos espacios definidos y concretos, con todo lo que
ello implica. Lo intersectorial es, sin dudas, una necesidad del siglo XXI para
construir futuro, pero el futuro es concretar lo que vamos consiguiendo como
certezas, como derecho, como realidad.
La salud sexual siempre lo fue, pero ahora
más que nunca, la posibilidad cierta que tiene la humanidad de avanzar hacia
donde queremos: una vida sin violencia, más plena, más comprometida, más feliz.
No es una utopía, es un norte.
12/9/2020
Muy pertinente la distinción, una brújula qué nos permite encontrar "un norte"!
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