La educación sexual integral es una necesidad obvia, porque
es educación y porque implica el ofrecer conocimiento adecuado y correcto,
desarrollar habilidades para la vida (según la definición de la Organización
Mundial de la Salud) y fomentar el desarrollo de los valores considerados marco
en nuestro país: los derechos humanos. Busca no sólo eso, sino hacer frente a
problemas concretos que afectan a las personas. Oponerse a la educación sexual
integral no parece tener otros fundamentos que cierta desidia por el futuro, la
incapacidad para visualizar el presente y la ingenuidad de creer que los
ejemplos puntuales –sacados de contextos y lejos de lo que plantea la ley- es
lo que genera daño, no viendo el daño que hace la falta de una educación sexual
integral.
Ahora bien, desde que se creó el programa de Educación
Sexual Integral ha habido un esfuerzo sistemático por fortalecer estrategias educativas,
desarrollar materiales acordes, generar capacitaciones específicas, entre otras
cosas, con el fin implementar la ESI en todo el país. El programa, que se ha enfrentado
a muchos contratiempos generados por incomprensibles argumentaciones, sesgados
ejemplos y otras cuestiones generales, no ha disminuido su esfuerzo sostenido
para su objetivo. Para ello, muchas personas han trabajo para generar propuestas
educativas concretas, materiales de gran calidad, una divulgación con los
recursos posibles y canales y compromisos para intentar que la ESI sea una
realidad. Si, al mismo tiempo, pueden existir errores, como la vida misma, por
culpa de personas que, con diferentes intenciones, han propiciado actividades
que no siempre han sido las adecuadas. Sobre todo, paradójicamente, por no
seguir con más decisión las políticas e indicaciones formuladas por el programa
en cuestión.
Mientras esto ha pasado, la salud sexual se ha enfrentado a
diferentes problemas. Cito tres que tienen un cierto apremio: el aumento de
algunos indicadores relacionados con el aumento de las ITS (infecciones de
trasmisión sexual), el, siempre lamentable, embarazo adolescente y la violencia
de género, particularmente en las relaciones que surgen entre los jóvenes
escolarizados. Frente a ello, actuar es una obligación definida por una
ideología clara: la salud es un derecho que no se puede obviar
intencionalmente.
Frente a eso se toman las medidas que se consideran
necesarias. En esta ocasión lo que llama la atención a ciertas personas fue por
una licitación para compra de material dentro del contexto del programa y de
sus proyectos. Nuevamente se utiliza un detalle sin pensar en el todo. Es
decir, criticar o alarmarse sin querer tomar conciencia del hecho educativo
completo. Detenerse en aquello que nos alarma y obviar lo que necesitamos.
Negar el conocimiento que motiva medidas y restringirse a chistes básicos o a
opiniones altamente emocionales. La educación, lo sabemos no es eso
En la vida aprendemos que cuando se piensa sin considerar ni
contexto, ni realidad, ni lo específico, es porque estamos haciendo un
razonamiento que obvia la complejidad en el sentido que Edgar Morin la define
con su famosa teoría de la complejidad. Justamente, el autor centenario francés,
hace unos días, hablaba de las tres lecciones que surgen de la complejidad: 1- resistir
a toda dominación, 2- tomar consciencia de la complejidad humana y 3- vivir
poéticamente, pues con amor. No hay forma de lograr esto sin una educación
sexual integral como la que viene promocionando, a partir de esta ley que, insisto,
es necesario leerla antes de oponerse y usarla para proponer. Porque proponer
es lo que nos hará ser mejores.
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