miércoles, noviembre 24, 2021

Contra la violencia, el 25 de noviembre y siempre



La violencia contra la mujer, contra las niñas, contra las adolescentes son acciones que nos degradan como seres humanos. Esto es verdad, como también, que hacerlo es un delito. Pero eso no impide que siga pasando. Frente a esto es lógico preguntarse, ¿Cómo una especie que es capaz de la belleza, del placer y del amor en todas sus dimensiones, sigo recurriendo a la violencia que mata, que destruye, que afecta al otro?

Por eso es que el próximo 25 de noviembre, está establecido como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Día aprobado por las Naciones Unidas en 1999, como un recuerdo del asesinato de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, conocidas como las mariposas. Así, este organismo desarrolla campañas que están bajo el lema, desde hace unos años, de 16 días de activismo contra la violencia (desde el 25 de noviembre hasta el 10 de diciembre, día de los DDHH). El slogan es #pinta tu mundo de naranja.

Pero el 25 de noviembre es un día. Sólo un día. Un día que debemos gritar que esa violencia que pasa todo el año debe parar. Un día que debemos tomar aire, conciencia y energía para que el trabajo de todo el año nos haga pensar que al año siguiente no será necesario este día, que alguna vez lograremos eliminar esta violencia. Si, sé, suena a utopía. Pero, recordemos, la utopía de un día, y el trabajo del resto del año. El trabajo constante y convencido que podemos cambiar las cosas.

Ahora bien, lo resaltemos, hay una parte de la humanidad, una parte enorme, que cree que la violencia no es el camino, que no es la condición inevitable, que no es el destino. Así, por ejemplo, en 1991, un grupo de hombres canadienses, sacudidos por la llamada Masacre de Montreal, crearon una campaña que se llamó del Lazo Blanco (White Ribbon Campaing). Señalemos que adoptaron como símbolo ese color por ser el de la paz y, en este caso, “representa el compromiso público de los hombres que lo portan de no ejercer violencia contra las mujeres, no permitir que otros lo hagan y de no permanecer en silencio frente al problema”.

En esta ocasión quiero revindicar que existen hombres que hacemos nuestra la lucha para eliminar este tipo de violencia. Lo hacemos convencidos que nuestra humanidad nos exige comprender que este tipo de violencia –y las otras también- son algo que debemos enfrentar para lograr el cambio que alguna vez llamaron objetivos del milenio y que hoy son los objetivos del desarrollo sostenible (2030). Eso apunta a que la gente sin distinción de ningún tipo pueda acceder a la paz, a la equidad y al bien común, para estar mejor, para sentirnos mejor, para vivir mejor.

Por ello, debemos ser más activos en esta época. Ya lo mencioné otras veces. Es hora de exigir una educación sexual integral ya que ofrece, entre otras cosas, herramientas para hacer frente a esto que, mucho antes que la pandemia de COVID-19 aparezca, ya se mostraba como una verdadera pandemia que no podíamos controlar. Si, la violencia contra la mujer es una pandemia, también es hora de actuar frente a ella. Es hora de ser más activos en la construcción de una red de trabajo para que cada uno pueda ofrecer una parte de la solución a quienes sufren la violencia; ser sensibles para verla, dispuestos para acompañar a quien la sufre, equilibrados para apoyarlas y conscientes que el esfuerzo debe ser cotidiano, permanente y desafiante. Esforzarnos en erradicar este tipo de violencia seguramente, nos permitirá avanzar aún hacia lo mejor que tenemos como humanidad: la capacidad de crear belleza, de disfrutar del placer y de encontramos en el sentimiento. Por ello, renovemos lo que muchas personas deseamos: No más violencia. Que el camino sea el que siempre decimos: la educación como compromiso, apuesta, inversión y acción. Porque si apostamos, en este caso, a una educación sexual integral, estaremos trabajando seriamente para evitar la violencia y permitirnos una sociedad justa, equitativa, solidaria y feliz.

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