El ser humano es un animal político, decía Aristóteles. Esto va en contra de los que se quieren
presentar como a-políticos, cuando lo que pretenden decir es a-partidario. Pero, aun a pesar mío, somos seres políticos. El significado de esto es simple. Somos seres políticos porque vivimos en una sociedad que se organiza de manea política y todos y cada uno, participamos, en mayor o menor medida, en la búsqueda del bien común: la felicidad de los ciudadanos. Hasta allí compartimos la idea, pero resulta que la idea de felicidad y de bien común varían según quien la piense. Si está a cargo de un estado su forma de ver el mundo se traslada a posiciones discursivas, a un plan de acción concreto y a un camino que considera ideal para llegar a los objetivos que se propone. Es allí, donde entra en valor otro elemento previo al ser político, la inevitable diversidad del ser humano, como también, para mí, la belleza y la dignidad que tenemos en nuestra esencia. Sobre ella debemos pensar las acciones políticas, creo y lo sostengo.Ahora bien,
puede llegar a haber un consenso que la noción de felicidad y de bien común
están asociadas de algún modo con la idea de libertad. Sin embargo, tampoco eso
está tan claro para todos y menos si pensamos en consensos. Pero, aún en estas
diferencias, podemos coincidir que luchar por la libertad es algo elogiable,
deseable y hasta muy aceptable.
Ahora bien,
la lucha por la libertad, tal vez, sea, también, una lucha con muchas
paradojas, pero, valga decirlo claramente, también con varias certezas. Cada
cual podrá poner las que quiera o crea necesarias, pero es imprescindible
entender que siempre tiene como norte la dignidad humana. La libertad como
premisa y la dignidad como norte y camino.
Dentro de esa libertad uno puede decidir y decir cosas. En esta ocasión y, motivado claramente por varias declaraciones públicas, debo decir que si puedo imaginar que la libertad incluye, siempre, cualquier opinión, aún la que sea o me parezca más descabellada, también las ideas que creo que van contra mis principios más sagrados igualmente deben esta; además, creo que también están permitidas las que opinen contra los derechos que, personalmente, creo inalienables. Si, creo que todo se podría decir, si hay libertad. Eso no estaría mal si, al mismo tiempo y de forma activa la sociedad y quienes están a cargo hacen un esfuerzo mil veces superior para que se favorezcan los derechos de los que no pueden, ocasionalmente, defenderse. Que cada cual diga lo que quiera, mientras exista una protección efectiva y eficaz contra la vulnerabilidad de la dignidad humana en cualquiera de sus posibilidades. Que nunca exista la censura para decir, pero que hacerlo no incluya la impunidad oral. Cuando se dice algo que la ley prohíbe, o que el saber rechace (fake news, como ejemplo) o que genere acciones negativas (discursos que generen odio o discriminación, por mencionar temas urgentes), que nadie sea impune, independiente de sus atributos. La libertad no debe estar condicionada por casi nada. El “casi” para mi es dignidad humana.
Definitivamente, sin dignidad como tema ineludible, no hay libertad como idea, como propuesta, como mensaje, como política. Tal vez, se trata de eso, en definitiva, el único mensaje que deberíamos tener: ¡Viva la dignidad humana, carajo! Porque con ello, todo el resto surgirá como consecuencia inevitable.
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