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Hay fechas
que son importantes. En ellas se muestra algo. Puede ser que se conmemore, se
recuerde, se subraye, se sensibilice, se indique. Pero las cosas importantes,
trascedentes, necesarias no son cosas de un día, sino de trayectos, de
historias y, sobre todo, de compromisos. Es obvio, lo que estoy diciendo, pero,
no por obvio, deja de ser necesario decirlo con intensidad y claridad. Las
causas importantes se las manifiesta un día tal vez, pero se la debe defender
todos los días. Sin eso, estamos tomando el camino fácil el cual, siempre es el
del no compromiso. Como la sabiduría popular resume: a Dios rogando, pero con
el mazo dando. O sea, no es una opción u la otra, porque hay tiempos donde hace
falta mostrar con claridad la posición. Sin dudas, pero al mostrarla, nuestro
compromiso crece. Esto significa que debe incluir mucho más que una manifestación,
sin que esa forma de expresión sea discutida, sino impulsada. Decir
públicamente es siempre una necesidad. Pero, además, debe incluir el proceso
complejo de revisar que lo que decimos en la marcha lo estamos cumpliendo, exigiendo
y evaluando con las certezas necesarias, el criticismo reivindicado y el trabajo
comprometido. Lo que también implica diferenciar entre la militancia
fundamental para procurar derechos y lo necesario y el compromiso profesional
con la causa que se defiende. Básicamente lo que para mi generación lo cantamos
con esa famosa canción de Vox Dei “Libros Sapienciales”, la cual nos decía:
Porque habrá siempre
Tiempo de plantar y de cosechar
Tiempo de hablar, también de callar
Hay tiempo para guerra y tiempo de paz
Tiempo para el tiempo y un rato mas
Defender la
educación siempre. Eso no se discute. Manifestarse cuando sea necesario y se lo considere justo. Pero, luego, en el día a día, defenderla en la acción, en el uso ferviente
del pensamiento crítico, en el análisis de lo que la perjudicó ayer, hoy y
mañana, en ver las responsabilidades que la caben a cada uno, en quienes la
perjudican con la corrupción, la mala gestión y los abusos, quienes la han debilitado
para que lleguemos a la necesidad de una manifestación como último recurso. En definiva, ser consistentes con lo que la educación de calidad debe realizar siempre: ver el cuadro completo, hacer
un diagnóstico que no sea sólo emocional y pensar en soluciones no sólo para la
contingencia, sino para corregir los rumbos equivocados o los defectos que
dañaron el tejido y generan vicios. Defender la educación exige mucho, muchísimo más que lo
simbólico –que jamás negaré que es importante- exige la decisión comprometida
con la causa, la que se ve no sólo en un instante, sino en el aquí y ahora
permanente. Porque la educación es un trayecto siempre y no el puerto.
Francisco
J. J. Viola
Docente Universitario,
con toda la convicción
24/4/2024
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