En las redes sociales que procuran emparejar personas y, sobre todo, aunque no lo digan, ganar
dinero con la tentativa, es común que las mujeres digan en sus descripciones “no me gusta la mentira”. Es algo bastante obvio, podemos afirmar, ya que hasta los mentirosos lo dicen. Lo raro –tal vez, hasta atractivos para algunos- sería que digan “me fascina la mentira”. Una verdad incómoda que ni los mentirosos crónicos aceptarían. Pero lo dicen con ahínco, como si ese “no me gusta la mentira”, fuera una declaración contundente y una posición moralmente superior. Para mí, y eso sólo es mi opinión, es una muestra de una rara debilidad, acompañada de una gran mentira, curiosamente. ¿Por qué?, porque si bien parece una enorme, lo repitamos, declaración de principios, no habla de las pequeñas mentiras por cortesías que la gente suele usar, las famosas mentiras menores, blandas o necesarias para lo cotidiano. Sumado a un error constante que tiene mucha de la gente que dice “no me gusta la mentira”, a veces, se aprovecha de su supuesta superioridad moral para decir lo que piensa, aludiendo a que son sinceros y directos. Pero, se olvidan de otra obviedad: lo que uno piensa puede estar lejos de ser verdad, porque por lo general damos opiniones sobre las cosas. No por nada proliferan las fake news por todos lados. Información completamente mentirosa que las personas toman como verdad y la distribuyen sin tomarse el trabajo de confirmar, antes de enviarlas, si esa información es realmente veraz. Es un hábito excelente que lo deberían hacer, sobre todo, las personas que no le gusta las mentiras.
Pero en
realidad se entiende la idea general de “no me gusta la mentira” porque parece
que es lo peor que se puede hacer en una relación. Está claro que es algo espantoso
que te enteres que el supuesto amor de tu vida que, valga decirlo, recién lo
conoces, tiene otra familia, por ejemplo, que nunca mencionó en sus charlas
agradables y románticas. Ahora bien, aun aceptando que hay mentiras grosas que
son intolerables, creo que no es lo peor que hay en una relación porque es muy ambiguo.
Lo es porque lo que se suele llamar como mentiras no siempre lo son.
Efectivamente, en ocasiones son exageraciones, errores de razonamiento, intentos
equivocados de proteger a la otra persona, miedo a las reacciones, un poco de
desidia, mala información, pésimas experiencias, entre otras cosas, que hace
que uno, aun sin pretender mentir, diga tonteras y hasta medias verdades.
Personalmente, insisto dejando de lado la verdadera mentira que es cuando sé que estoy diciendo algo que quiere confundir al otro para aprovecharme de la situación, lo peor que puede haber en una relación de pareja es la lástima. Personalmente ese el gran delito de una relación. Cuando hacemos algo por lástima estamos siendo crueles al despreciar al otro. Hacemos algo por lástima es dudar plenamente de la capacidad de la otra persona. Subestimar su resiliencia y creernos superiores. La lástima rebaja al otro, confiriéndole una fragilidad insuperable. La lástima, el actuar por lástima es despreciar que el otro tiene un universo y reducirlo a migajas.
Cada cual
puede elegir lo que considere peor en una relación. No puedo, ni debería
meterme en esa opción, pero, por otro lado, si puedo asegurar que lo que
ensalza a una relación, actual, futura, real o potencial es la capacidad que
pueda desarrollar de comunicar directamente. Simplificando, quieres una
relación fíjate cuan bien puedes comunicar desde tu realidad, con tus verdades,
tus pequeñas mentiras, tus miedos y tus deseos. Así, comienza el camino del
encuentro y la posibilidad de alguna felicidad.
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