viernes, agosto 15, 2008

Las falacias de la democracia

Dos conceptos que escucho desde hace años me parecen que son la mas antigua, perversa y cruel broma de la democracia: el pueblo decide en las urnas y la gente mantiene las cosas, porque sino las cambiaria.
Definitivamente el sistema democrático se ha transformado, si alguna vez no lo fue, en una trampa aceitada del poder. Donde este se recrea de forma perversa, manipulando sentimientos relacionados con derechos humanos, ambiciones de una igualdad imposible de lograr y fingiendo perseguir la utopía de una equidad posible.
La democracia argentina ha demostrado ser, largamente, un sistema que funciona para mantener grupos de poder, pagar muy buen salario a políticos inescrupulosos, fomentar enriquecimientos imposibles de conseguir en el trabajo común y de gestionar arreglos para que la justicia sea lenta, oprobiosa y sobre todo cómplice de un sistema. La democracia está garantizando desde hace tiempo dos cosas: impunidad oral y judicial para los que están en el poder y beneficios cuantiosos y efectivos para sus miembros "elegidos", lo que implica, necesariamente, discriminación ante la ley para lo primero y un pueblo cautivo de los votos para los segundo.
Ningún poder puede ser democrático en la medida que el castigo, la punición, la prevención de los errores del sistema dependa, siempre, del mismo poder. No estoy hablando de la teoría, sino de la práctica. Si el poder es capaz de alterar las leyes de juego en función de sus propios intereses, favoreciendo a sus integrantes, de igual, diferente o contrario signo político, entonces el poder democrático esta fundado sobre un ideal utópico, que es que el poder nace del pueblo, pero en realidad se ejecuta y de manera real, lamentable y sesgada a través de los gobernantes.
La única salida que encuentro en el día de hoy para esta ilusión vendida como realidad, es una revolución intelectual que sea capaz de ver abuso donde existe abuso sin escudarse en utopías que, cada vez más, solo protegen al poderoso, porque son estos quienes consiguen, en hoy, las cosas prácticas prometidas para todos, al mismo tiempo, que pregonan la importancia de una utopía, la democracia, que siempre deja para mañana las necesidades de los que no son poder, es decir el pueblo. Aquel que solo recibe las dádivas necesarias como limosnas del poder.
Si, creo que es necesario una revolución intelectual que sea capaz de desenmascarar a este sistema democrático y mostrar lo que es, una panacea para los poderosos, de cualquier sino, maquillado con el respeto, no siempre, de los derechos de la gente.
Una revolución intelectual que preconice un sistema de poder que no sea controlado por los mismos que ostentan el poder es la única posibilidad de evitar que esto se mantenga de forma irremediable hasta que no quede nada para salvar. Una revolución intelectual que tenga como norte la equidad, los derechos humanos, la justicia y el fin de la impunidad. Una revolución intelectual que busque dejar atrás, de una vez para siempre, los gobiernos tiránicos de las dictaduras y las democracias perversas de los poderosos.
Una revolución intelectual que procure una nueva forma de gobierno, más actual, más real, más concreta, mas justa y que permita que, realmente, el ideal de sociedad justa sea más que una utopía, sea nuestro legado para el futuro.
Lunes, 26 de Septiembre de 2005

Entrada destacada

Deseos 2020

Este año es bisiesto. Como cada 4 años, dirán, pero esta vez lo noté. Un día más, un año diferente. Una ilusión de creer que lo excepcio...