Sin embargo, aún nos resistimos a dejar fluir la palabra y la utilizamos para confeccionar un entrecortado conjunto de significados que nosotros mismos y los demás debemos saltear como una carrera de obstáculos o un laberinto del minotauro al tener que omitir una cantidad de cosas esenciales.
Todos y todas tenemos que aceptar que existen un sinnúmero de fenómenos, eventos, situaciones, vivencias y sentimientos que es mejor callarse, no decir ni una palabra. Hasta aquí todo parece razonable, simple medida de protección. Pero la palabra nos impone la tarea cruel de tener que construir nuevas palabras para hacer invisible lo que es visible, de contornear obstáculos que se presentan como montañas y que no podemos mencionar y de callar sentimientos que nos sacuden. De este modo el “de eso no se habla” implica no el callar las cosas sino, necesariamente, gritarlo de otra forma. Frente a ello tenemos que desafiarnos un poco más y volver a construir nuevos mecanismos para edificar razonamientos, con palabras, que justifiquen que no hablamos de lo no hablado pero que al no hacerlo estamos hablando y por ese hablar no estamos hablando y así, sucesivamente casi, ad-eternum….y pensar que todo se solucionaría con simples palabras.
lunes, 18 de agosto de 2008