Un día de playa, de esos que se llaman realmente días de playa. Esos con un sol presente, un cielo sin ninguna nube, una arena con gente, sombrillas por aquí y allá y demás; un día así, es una bella metáfora de muchas cosas. De un lado, como se dice por todos lados, la humanidad aún siendo diversa sólo tiene 6 o 7 emociones para mostrar. Con ellas tejen las relaciones que se tiene. Así que, podemos decir, por un lado, que en un día de playa podemos ver, también, varios caracteres humanos -¿todos?. Como si fueran representaciones, no como otra cosa.
Así, hay gente que deslumbra por el cuerpo y es ufana en mostrarlo, colores y formas que son una muestra de la desnudez que se sueña como perfecta. Cuerpos que se muestran y con ello va el deseo y la escenificación del mismo. Se dicen símiles de piropos entre grupos, símiles baratos porque nunca llegan al destinatario. Así que no son ni piropos, ni deseos, sino una muestra limitada de un erotismo barato. Por otro lado, se puede ver, también, personas leyendo, concentrados en historias que lo transportan a diferentes mundos. Niños jugando con la magia de la niñez aún no perdida en videogames y demás sino exuberante en la simplicidad de la arena, de las olas o de los movimientos. En estas playas, mate y galletas como la necesidad de lo compartido, como lo cotidiano de creer que las cosas esenciales pasan por la cadencia de las olas y la tranquilidad del estar.
Un poco de eso y de muchas otras cosas y al final, gente mirando el horizonte y sintiendo pleno con casi nada. Vaya, que hay algo de momentos vitales, reales y necesarios en eso.
Así, hay gente que deslumbra por el cuerpo y es ufana en mostrarlo, colores y formas que son una muestra de la desnudez que se sueña como perfecta. Cuerpos que se muestran y con ello va el deseo y la escenificación del mismo. Se dicen símiles de piropos entre grupos, símiles baratos porque nunca llegan al destinatario. Así que no son ni piropos, ni deseos, sino una muestra limitada de un erotismo barato. Por otro lado, se puede ver, también, personas leyendo, concentrados en historias que lo transportan a diferentes mundos. Niños jugando con la magia de la niñez aún no perdida en videogames y demás sino exuberante en la simplicidad de la arena, de las olas o de los movimientos. En estas playas, mate y galletas como la necesidad de lo compartido, como lo cotidiano de creer que las cosas esenciales pasan por la cadencia de las olas y la tranquilidad del estar.
Un poco de eso y de muchas otras cosas y al final, gente mirando el horizonte y sintiendo pleno con casi nada. Vaya, que hay algo de momentos vitales, reales y necesarios en eso.