Leer es, en ocasiones y para algunos, momentos de intimidad que nos permiten magia. Así, frente a un libro que nos invita, nos "coacciona", nos seduce para que pasemos sus páginas nos podemos permitir el descubrir lo nuevo, lo viejo, lo anticuado, lo maravilloso, lo inquietante.
Yo, particularmente, me fascino cuando la lectura de algún texto me posibilita el reírme sólo, por ejemplo. No todo el tiempo sino que salta, de sólo estar una risa espontánea por la lectura. Eso, en mi caso, me crea una complicidad que me excita. Es como si ya fuese una larga conversación. Aquella donde el autor pone sus letras y yo mis pensamientos. Por ello, también, me fascina cuando encuentro un pensamiento que resume una idea que identifico. Un pensamiento que en una frase, en una expresión da cuenta de lo que estoy sintiendo, creyendo, pensando, imaginando o deseando.
Si, leer es un acto de fe. Creemos que en esas páginas donde nos sumergiremos encontraremos un espacio tan personal que será como un diálogo con alguien que, en ocasiones nos comprenderá, en otras nos sorprenderá o, a veces, sólo nos deleitará.
Cuando pienso en ello, no puedo evitar preguntarme lo elemental: ¿no nos estará faltando un poco de lectura para conseguir la paz?