Día a día que pasa somos un poco
más viejos. Así es la vida misma. Nacemos y comenzamos a utilizar todos los
días que “están en nuestro calendario”. Y,
como hecho curioso, sabemos los que nos quedan atrás y nunca los que nos quedan delante. Pero para
adelante programamos, soñamos y deseamos. Para atrás, la memoria nos permite
añorar, recordar y demás. Pero uno y lo otro lo hacemos hoy, aquí y ahora. Si,
la vida es presente y envejecer es, solamente, haber utilizado el día de hoy
como sea.
Luego, con el
tiempo, vamos viendo en detalles que ya no somos tan jóvenes. Es tan normal que
no tiene ningún sentido no reconocerlo. Como tampoco es correcto pensar que ya
paso lo mejor, aun habiendo pasado lo magnifico y excelso. La vida, o sea lo
que nos queda para adelante, siempre tiene la capacidad real de producir
fiesta, júbilo, éxtasis y así catalizar cualquier cosa en nuestra felicidad.
Así de simple.
Así, la vida misma que se tejen en nuestras vivencias vividas -muchas de ellas añoradas, que nos da fuerzas en nuestros momentos vitales, nos garantiza, como debe hacerlo la esperanza, que el futuro aún podemos escribirlos un poco mejor, independiente de lo que ya hemos vivido. Por ello, hoy, será nuevamente un buen día.