El 19 de octubre
Argentina se vistió de luto. El lema era “#ni una menos”. Los datos
alarmantes de las muertes de mujeres por culpa de la violencia, en todas sus
dimensiones, nos preocupan, nos inquietan, nos afectan y, por suerte, nos
motivan a hacer algo. Sin embargo,
estamos abocados a lo que sería prevención secundaria o terciaria, la que es imprescindible
en muchas situaciones.
Pero, la pregunta que hoy quisiera hacer es ¿qué estamos
haciendo y, también, qué no estamos haciendo para que en el futuro haya menos
violencia? A ver, hoy se hacen cosa para prevenir: sensibilizar, señalizar,
sancionar a las violencias como algo que no queremos. Esto ya es un paso
importante. Tanto como reducir los riesgos de que sucedan, como también que,
cuando pase, los daños sean los menores posibles. Todo es de una actualidad
ineludible. Es más, lo sabemos, existen
muchas personas comprometidas y que se dedican a esto. Sin embargo, a pesar que
hay mujeres y hombres convencidas y comprometidas con el trabajo a hacer, falta
mucho: mayor presupuesto, mayor cantidad de recursos humanos, entre otras cuestiones que son necesarias y urgentes.
Pero quiero insistir con algo que ya mencioné en
otras cartas. Está faltando lo que puede salvar nuestro futuro. Existe una ley
nacional en vigencia que aún se resiste: la ley del programa de educación
sexual integral.
Esta ley señaliza el camino de la prevención, entre otras
cosas, de la violencia. Es una ley que ofrece pistas de acción fundamentales:
habla de dotar de competencias para la vida a los estudiantes, esto incluye
aumentar y/o fortalecer la autoestima, ofrecer y optimizar las formas de resolver los conflictos sin
violencia; de crear o perfeccionar los mecanismos personales para no exponerse a situaciones de
violencia o para salir de ellas, el fomentar el desarrollo de habilidades para el
diálogo, para el reconocimiento personal, para la protección y para el
desarrollo integral; también estimula la igualdad de trato para varones y
mujeres. Esto y mucho más.
Por ello, sigo sin entender porque padres y madres
no reclamamos su implementación total como algo urgente, imprescindible, ineludible. Esto no debe ser hecho porque la ley
exista, sino porque está en juego el futuro de nuestras hijas, de nuestros hijos y de nuestra
sociedad. La violencia contra la mujer, es una urgencia, la resolvamos día a
día, al mismo tiempo que hagamos que la educación sea lo que siempre dijimos
que es: la garantía de un futuro mejor.
(Publicada en "La Gaceta" el 21 de octubre de 2016)
http://www.lagaceta.com.ar/nota/704214/opinion/cartas-lectores.html