La amistad es algo que nos encanta. Hay definiciones para todo tipo
pero, en general, coinciden con que el amigo, la amiga, es aquella persona que
está cuando es necesario y con el cual tenés, en algo, una confianza mayor que
la media, lo que conlleva que conoce, seguramente, algo más de tu intimidad que
el promedio de las personas. Es una persona que ha sido testigo de alguna de
tus fragilidades o de tus necesidades y ha actuado, en ese momento, del modo
que te ha ayudado, a veces, simplemente mostrando que no estás solo. En
definitiva, es una persona con la que has compartido y te gusta compartir.
¿Todo? No, pero si tus mejores alegrías, porque se potencia al hacerlo, y
tristezas, porque te sientes acompañado, quizás aliviado.
Es una persona y no crean que eso sea sólo una obviedad. Lo digo así
porque es todo el otro el que es, eventualmente, una amiga o un amigo. Allí se
agrega otro elemento a tener en cuenta. Un amigo no se transforma por eso en un
ser ni perfecto, ni asexual, ni impoluto. Es decir, todos tenemos nuestras
propias tonterías, inclusive los amigos. Lo que nos garantiza la amistad es,
por ejemplo, que su crítica (buena o mala, inteligente o estúpida) no afecta el
hecho que esa persona es en quien confiamos. Aclaremos, está bueno que sepamos
aclarar para qué confiamos. Algo así como no todos los amigos son iguales,
obviedad nuevamente. Ni todos te pueden aportar lo mismo. Es una estupidez
pensar así.
Ahora bien, ¿qué hacemos con la posible atracción, deseo que pueda
surgir? Primero, lo lógico. Recordar que sentirnos atraídos por alguien es
normal, es lo que nos transforma en “seres eróticos” condición humana incluida
en nuestro “adn” humano. Que eso sea reciproco es muy bueno pero, muchos lo
sabemos, eso no siempre pasa; no es tan habitual para algunos. Pero, podemos
comprender que cuánto más conocemos a alguien más fácil es que esas personas
sean más interesantes para uno. Vamos conociendo sus formas, espacios y
modalidades.
De repente nos encontramos siendo amigos (me sitúo aquí en
heterosexual), de una mujer con la que tenemos afinidad y tenemos un afecto. Se
me antojan, frente a ello, tres posibilidades: que realmente seamos amigos, que
no lo seamos pero juguemos a serlo y que no sepamos que somos pero parece que
podríamos serlos por la circunstancia. Porque cuando no sabes para dónde vas en
el encuentro de alguien, con quien tenes un interés que no lo defines claramente, la palabra
amigo viene bien como una suerte de “protector”.
Lo que quiero señalar que esas personas con las que vas a ser amigo, son
personas reales. Esto, por definición de heterosexual, son pasibles de ser
deseables para el sexo opuesto como, si esas personas también son hetero,
también nos convertimos en pasibles de ser deseables para ellas. No hay secreto
sobre eso. Es lógica relacional.
Dicho de modo más directo: comprendamos que la amistad no inhibe el
deseo. Pero tampoco la amistad garantiza el deseo y mucho menos que este sea
reciproco. No estoy hablando de los mal llamados “amigovios” o “amigos con
beneficios” que es una categoría donde la noción de amistad es posterior al
hecho de un interés sexual.
A ver, recordemos serás amigos con alguien que entra en nuestro
universo de personas que te pueden aportar algo. No entra en ese universo
personas que son desagradables para ti, sino con las que tienes una sintonía en
algún aspecto. ¿Adónde quiero llegar? Pues a lo siguiente. El deseo es
inherente a uno. La amistad no lo genera, tampoco lo inhibe, si podría hasta potenciarlo
si existiese. ¿Esto es un problema? No sé. Creo que una amistad en serio se
banca el deseo, sin engañarse bajo apelativos falsos. Si, claramente, una buena
amistad se banca un deseo no recíproco por más que ni hace falta el deseo para que
la amistad exista.
Ahora bien y, ¿si es reciproco? Pues se aprende a gestionarlo de la
mejor manera y para ello, lo ideal será apoyarse en lo innegable de la amistad:
la palabra, la confianza, el conocimiento del otro y la intención de aportar lo
mejor posible dentro de lo probable para que esa amiga/o. Lo que deberíamos
pensar, en definitiva, en relación a una persona:
Ojalá tengamos amigos, siempre. Ojalá tengamos deseo siempre. Pensado
así, es simple, pueden coincidir. Intentemos que si aparecen, no dañe, sino se
potencie siempre.
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