Es más que los labios sobre donde decidas y te
acepten. Es una forma posible de diálogo. Un gesto que oscila entre esa pequeña
nada y una gran intimidad. Porque el beso es la amplitud de los sentidos
condensada en un gesto que es lo pasajero que puede ser o la puerta que abre
donde estar un momento de eternidad efímera.
Besar es más que los mucosa, músculos y
saliva. Es comunicación que podemos hacer, descubrir, perfeccionar. Tiene los
múltiples sentidos que podemos crear y, con ello, imaginar universos y, valga
decirlo, crearlos.
Besar es animarse. La intencionalidad puesta a
prueba. El consentimiento como norma, la disponibilidad como energía, la
intimidad como intuición. El otro como necesario, imprescindible, importante.
Uno como participe presente, activo y dispuesto. Siendo, siempre, el otro y uno
casi al mismo tiempo.
Besar es una prueba más que la humanidad tiene
las herramientas para ser mejor. Para ser, definitivamente, superiores. No como
dioses, sino como humanos que comprenden que el otro es nuestra salvación.
Besar con cariño, con deseo, con respeto, con
decisión, con intimidad, con dedicación. Besar presente, besar con seriedad,
besar con gentileza, besar con humor, besar casi al pasar, besar decidiendo
estar. Besar con los límites del otro, sin límites propios.
Besar,
imaginar haciéndolo, intentar hacerlo –siempre con el consentimiento –
descubrir sensaciones, desear besar, aunque parezca imposible, intentarlo con
las ansias de ver los sentidos, ofrecerlo con la generosidad de saberlo
importante. Besar, porque nos hace humanos y porque al hacerlo, quizás, seamos,
muchas veces, un poco más humano, un poco más evolucionado.
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