Vivir el humor, ese que se gesta con dos
cuerpos cómplices. Aquel que se bebe entre gestos eróticos y el doble sentido
compartido. Ese humor que produce la sonrisa permanente y la risa que nos
envuelve. Vivir el humor que se esconde entre sábanas, entre toques sutiles, el
que se da al oído de manera furtiva, cuando el mundo te rodea. Vivir ese humor
que conocen únicamente quienes lo conocen y así se lo puede saborear por más
que sea humor repetido. Ese humor sensual que te invita a lo que es posible y a
lo otro, lo que uno desea como un imposible, pero bastante realizable. Vivir el
humor que se hace con lo que sea, pero siempre con el cuerpo de la otra persona
como papel, aunque sea imaginándolo pero que, siempre, totalmente siempre, está
toda la otra persona presente.
Vivir ese humor que se teje por haber
compartido algo y haber deseado tanto, aunque sea la primera vez que lo
hagamos. Vivir ese humor que excita y que surge porque uno se excita. Vivir ese
humor que surge del vuelo imposible y de esa fantasía que ni siquiera se osa
hacerla.
Al final, quizás, o, tal vez seguramente,
decir que se vive ese humor, de de esa manera, habla de una de las formas que se tiene de hacer el amor. Aunque, pensándolo bien, es la forma que siempre deberíamos conocer y vivir, aquella que, entregándose un poco, dando algo, recibiendo otro tanto, se
encuentra el todo.
El humor como una de las formas de hacer el amor, nunca se me había ocurrido...maravilloso!
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